Los sacrificios y Cristo
Por Aarón A. Menares Pavez©
Todo el sistema del santuario en el desierto
incluyendo los sacrificios, no tenían otra finalidad más que la de enseñar de
manera práctica a Cristo y el plan de salvación. Si asumimos la condición pecaminosa y la
necesidad de un salvador, reconocemos que el pecado es malo, que causa
separación y muerte; por ello, el pecado, se contrasta con el inocente vicario sustituto
que ofreció su vida por los culpables.
Los sacrificios eran parte de una cantidad de
ofrendas que los israelitas llevaban al santuario. Hemos mencionado que todo el tabernáculo
señalaba a Cristo y su obra de salvación; por lo que este tipo de ofrenda como
los sacrificios, no puede apuntar a otro objetivo, más que ilustrar la manera
de salvar a la humanidad.
Existían dos tipos de ofrendas, una era corporativa
y la otra individual. La ofrenda
corporativa era responsabilidad del sacerdote, debía mantener el fuego encendido
cada día por medio de la ofrenda de la mañana y la tarde. Muchos no alcanzaban a llegar al santuario, o
estaban demasiado lejos, por lo que por medio de esa ofrenda recibían el
perdón, nadie quedaba fuera de la posibilidad de confesar sus pecados y ser
perdonado.
También está la ofrenda del día de expiación cuando
todo el pueblo participaba con espíritu de reverencia y contrición.
Ofrenda por
el pecado. Era individual y era por pecado e impurezas (Levítico 1:4), las
ofrendas por el pecado eran exclusivas para el perdón. El individuo tomaba parte en el proceso,
desde traer la víctima, poner sus manos sobre ella y ‘simbólicamente’ traspasar
los pecados, luego matar la víctima.
Posteriormente el sacerdote utilizaba la sangre para continuar el
proceso en el tabernáculo.
Existían cuatro grupos de ofrendas por el pecado: para
el sacerdote, para la congregación, para el líder o gobernante y para el individuo. El sacerdote y la congregación llevaban un becerro (Levitico 4:3, 4, 13-16),
en tanto el gobernante un macho cabrío
(4:22-26), el individuo una cabra
(4:27,28). En el caso de estas últimas
cuatro ofrendas, el sentido es ‘errar el blanco’, es decir pecados
involuntarios o inconscientes.
El sacerdote llevaba la sangre tanto a los cuernos
del altar del sacrificio y también al tabernáculo en el lugar santo en el velo
que dividía el tabernáculo entre lugar santo y lugar santísimo. En ambos casos, la sangre es llevada como un
registro de los pecados perdonados, porque el tabernáculo es uno solo. Este aspecto de llevar un registro del
perdón, será fundamental para comprender lo que acontece el día de la expiación
de Levítico 16.
Entonces, los sacrificios que se efectuaban en el
tabernáculo del desierto, eran un símbolo de la ofrenda sacrificial que
realizaría Cristo posteriormente cuando fue crucificado.
Los sacrificios y Cristo
Una vez que Adán pecó, se estableció el plan de
rescate, que incluiría la vida del Hijo de Dios. Esta es una cuestión que sólo se puede
comprender a la luz de lo terrible que es el pecado y sus consecuencias, por
ello es que no podemos admirar la vida cristiana, sin considerar el plan de
salvación. El pecado y la muerte se
habían instalado en el universo, puntualmente originado en el cielo, en el
santuario celestial, y luego en nuestro planeta cuando se accedió al pecado. Cuando esto aconteció inmediatamente se echó
a andar el plan de salvación. El pecado
es muerte (Romanos 3:23) y una vez que apareció había que combatirlo. La estrategia divina consistía en que Dios en
la persona de su Hijo se transformara en un hombre (Filipenses 2:5-8); de otra
manera Dios no podría haber dado su vida por la humanidad, en este contexto, tampoco
servía la vida de un ser creado.
Sacrificios en el tiempo
El primer sacrificio, debe haberlo realzado Dios,
cuando preparó un ropaje especial para Adán y Eva (Génesis 3:21). Podemos imaginar ese sacrificio, jamás en
toda la historia del universo un ser vivo había muerto. El corazón de Dios debe haberse conmovido por
esta causa. Posteriormente, el Señor le
enseño a Adán a realizar sus propios sacrificios y también su experiencia debe
haber sido dolorosa, al verse obligado a sacrificar un inocente para obtener el
perdón.
Los sacrificios tomaron lugar en la liturgia patriarcal,
Adán, Noé, Abraham, Isaac, Jacob. Sin
embargo de todos estos destaca lo realizado por Abraham cuando recibe la orden
divina de sacrificar a su único hijo. En
realidad Isaac, no era el único hijo del patriarca, sin embargo era el hijo de
la promesa. Dios se había comprometido
con Abraham en relación de ese hijo, por lo que el pedido era demasiado extraño.
El otro elemento a destacar en este sacrificio,
tiene relación con el hecho que Dios nunca antes les pidió la vida de un ser
humano, y más tarde registrado en los Diez Mandamientos Dios señala que no hay
que matar. Los paganos sí sacrificaban
humanos, por lo que el pedido divino en el caso de Isaac es único; y solo se
comprende una vez que la historia se completa con el sacrificio realizado, pero
con el muchacho vivo.
El relato bíblico nos habla de un monte, un padre y
un hijo para ser sacrificado (Génesis 22: 1-14). Finalmente Dios envió un ángel para afirmar
la mano de Abraham, y proveyó de un carnero para que el sacrificio fuera efectuado.
Este sacrificio tiene una doble aplicación. En
primer lugar, Isaac representa al hombre que requiere de un sustituto, el
hombre no puede alcanzar el perdón y la salvación por sus propios medios. Quien busque ese tipo de salvación sólo verá
frustrado su intento.
En segundo lugar Isaac representa a Jesús como el
sacrificio, como el Cordero que testificó Juan el Bautista previo al bautismo
del Señor; “he aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan
1:29). El mismo Cordero sacrificado, que Juan el profeta ve en visión, y que es
capaz de cumplir la historia de la salvación (Apocalipsis 5: 6).
La profecía de Isaías señalaba que un día la santa
víctima sería sacrificada para el rescate de la humanidad. El sacrificio de Cristo, debe ser visto como
la única estrategia útil para nuestra salvación. Es extrema, única, perfecta y lapidaria
contra las pretensiones que un día Satanás esgrimió contra Dios y su reino.
El profeta veterotestamentario describe como sería
dicho sacrificio. No solo destaca su función
como siervo sufriente, sino que también describe su muerte. “Ciertamente llevó
él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por
azotado, por herido de Dios y abatido”
(Isaías 53:4). Isaías describe un golpe,
un azote, el azote es mortal. La expresión
utilizada es como cuando Moisés vio que herían a un hebreo (Éxodo 2:11), o
cuando con su vara golpea el Nilo y este se convierte en sangre (Éxodo
7:17). Dios es el que hiere con su boca
la tierra (Isaías 11:4), hiere con golpes (Isaías 5:25).
Entonces tenemos un nuevo monte, esta vez el
Calvario, allí está un Padre y un Hijo, sin embargo nadie detiene la mano del
Padre. Jesús experimenta la separación
con su Padre, esta separación es única e irrepetible, “¿por qué me has
desamparado?” (Mateo 27:46) señala Cristo al momento de experimentar la paga
del pecado sobre Él.
No tenemos más que dar gracias por lo que Dios en
su plenitud hizo por nosotros. Su
sacrificio es único e irrepetible.
Gracias a ello es que hoy podemos
buscar incesantemente su perdón, gracias a su sangre vertida en esa cruz. Por ello es que su sacrificio alcanza a cada
individuo que sincera y honestamente lo busca como salvador y Señor.
Nuestra vida al servicio
Es una responsabilidad de cada uno, buscar el
perdón, ya no necesitamos ir al santuario y llevar una ofrenda viva para
obtener el perdón. Podemos acceder al santuario celestial, gracias a la
intercesión de Cristo.
Sin embargo,
Dios desea que llevemos una vida de servicio.
Pablo nos dice que es voluntad de Dios, presentar nuestros “cuerpos en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1), “sacrificio de
alabanza… fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15). Pedro nos
anima a ser “como piedras vivas… edificados como casa espiritual y sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo” (1Pedro 2:5).
No nos confundamos, la vida cristiana no es un
sacrificio para agradar a Dios y así obtener la salvación o el perdón de los
pecados. El único sacrificio que es útil
es el realizado por Cristo cuando murió.
Sin embargo la experiencia del cristiano no puede distanciarse del mensaje
que ha abrazado. Pedro y Pablo, nos
dicen que debemos incluso ‘esforzarnos’ para llevar una vida de comunión con
Dios.
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