martes, 15 de octubre de 2013

Los sacrificios y Cristo

Los sacrificios y Cristo
Por Aarón A. Menares Pavez©

Todo el sistema del santuario en el desierto incluyendo los sacrificios, no tenían otra finalidad más que la de enseñar de manera práctica a Cristo y el plan de salvación.  Si asumimos la condición pecaminosa y la necesidad de un salvador, reconocemos que el pecado es malo, que causa separación y muerte; por ello, el pecado, se contrasta con el inocente vicario sustituto que ofreció su vida por los culpables.

Los sacrificios eran parte de una cantidad de ofrendas que los israelitas llevaban al santuario.  Hemos mencionado que todo el tabernáculo señalaba a Cristo y su obra de salvación; por lo que este tipo de ofrenda como los sacrificios, no puede apuntar a otro objetivo, más que ilustrar la manera de salvar a la humanidad.

Existían dos tipos de ofrendas, una era corporativa y la otra individual.  La ofrenda corporativa era responsabilidad del sacerdote, debía mantener el fuego encendido cada día por medio de la ofrenda de la mañana y la tarde.  Muchos no alcanzaban a llegar al santuario, o estaban demasiado lejos, por lo que por medio de esa ofrenda recibían el perdón, nadie quedaba fuera de la posibilidad de confesar sus pecados y ser perdonado. 

También está la ofrenda del día de expiación cuando todo el pueblo participaba con espíritu de reverencia  y contrición. 

Ofrenda por el pecado. Era individual y era por pecado e impurezas (Levítico 1:4), las ofrendas por el pecado eran exclusivas para el perdón.  El individuo tomaba parte en el proceso, desde traer la víctima, poner sus manos sobre ella y ‘simbólicamente’ traspasar los pecados, luego matar la víctima.  Posteriormente el sacerdote utilizaba la sangre para continuar el proceso en el tabernáculo.

Existían cuatro grupos de ofrendas por el pecado: para el sacerdote, para la congregación, para el líder o gobernante  y para el individuo.  El sacerdote  y la congregación  llevaban un becerro (Levitico 4:3, 4, 13-16), en tanto el gobernante  un macho cabrío (4:22-26), el individuo  una cabra (4:27,28).  En el caso de estas últimas cuatro ofrendas, el sentido es ‘errar el blanco’, es decir pecados involuntarios o inconscientes.

El sacerdote llevaba la sangre tanto a los cuernos del altar del sacrificio y también al tabernáculo en el lugar santo en el velo que dividía el tabernáculo entre lugar santo y lugar santísimo.  En ambos casos, la sangre es llevada como un registro de los pecados perdonados, porque el tabernáculo es uno solo.  Este aspecto de llevar un registro del perdón, será fundamental para comprender lo que acontece el día de la expiación de Levítico 16.

Entonces, los sacrificios que se efectuaban en el tabernáculo del desierto, eran un símbolo de la ofrenda sacrificial que realizaría Cristo posteriormente cuando fue crucificado.

Los sacrificios y Cristo
Una vez que Adán pecó, se estableció el plan de rescate, que incluiría la vida del Hijo de Dios.  Esta es una cuestión que sólo se puede comprender a la luz de lo terrible que es el pecado y sus consecuencias, por ello es que no podemos admirar la vida cristiana, sin considerar el plan de salvación.  El pecado y la muerte se habían instalado en el universo, puntualmente originado en el cielo, en el santuario celestial, y luego en nuestro planeta cuando se accedió al pecado.  Cuando esto aconteció inmediatamente se echó a andar el plan de salvación.  El pecado es muerte (Romanos 3:23) y una vez que apareció había que combatirlo.  La estrategia divina consistía en que Dios en la persona de su Hijo se transformara en un hombre (Filipenses 2:5-8); de otra manera Dios no podría haber dado su vida por la humanidad, en este contexto, tampoco servía la vida de un ser creado.

Sacrificios en el tiempo
El primer sacrificio, debe haberlo realzado Dios, cuando preparó un ropaje especial para Adán y Eva (Génesis 3:21).  Podemos imaginar ese sacrificio, jamás en toda la historia del universo un ser vivo había muerto.  El corazón de Dios debe haberse conmovido por esta causa.  Posteriormente, el Señor le enseño a Adán a realizar sus propios sacrificios y también su experiencia debe haber sido dolorosa, al verse obligado a sacrificar un inocente para obtener el perdón.

Los sacrificios tomaron lugar en la liturgia patriarcal, Adán, Noé, Abraham, Isaac, Jacob.  Sin embargo de todos estos destaca lo realizado por Abraham cuando recibe la orden divina de sacrificar a su único hijo.  En realidad Isaac, no era el único hijo del patriarca, sin embargo era el hijo de la promesa.  Dios se había comprometido con Abraham en relación de ese hijo, por lo que el pedido era demasiado extraño. 

El otro elemento a destacar en este sacrificio, tiene relación con el hecho que Dios nunca antes les pidió la vida de un ser humano, y más tarde registrado en los Diez Mandamientos Dios señala que no hay que matar.  Los paganos sí sacrificaban humanos, por lo que el pedido divino en el caso de Isaac es único; y solo se comprende una vez que la historia se completa con el sacrificio realizado, pero con el muchacho vivo. 

El relato bíblico nos habla de un monte, un padre y un hijo para ser sacrificado (Génesis 22: 1-14).  Finalmente Dios envió un ángel para afirmar la mano de Abraham, y proveyó de un carnero para que el sacrificio fuera efectuado. 

Este sacrificio tiene una doble aplicación. En primer lugar, Isaac representa al hombre que requiere de un sustituto, el hombre no puede alcanzar el perdón y la salvación por sus propios medios.  Quien busque ese tipo de salvación sólo verá frustrado su intento.

En segundo lugar Isaac representa a Jesús como el sacrificio, como el Cordero que testificó Juan el Bautista previo al bautismo del Señor; “he aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). El mismo Cordero sacrificado, que Juan el profeta ve en visión, y que es capaz de cumplir la historia de la salvación (Apocalipsis 5: 6).

La profecía de Isaías señalaba que un día la santa víctima sería sacrificada para el rescate de la humanidad.  El sacrificio de Cristo, debe ser visto como la única estrategia útil para nuestra salvación.  Es extrema, única, perfecta y lapidaria contra las pretensiones que un día Satanás esgrimió contra Dios y su reino.

El profeta veterotestamentario describe como sería dicho sacrificio.  No solo destaca su función como siervo sufriente, sino que también describe su muerte. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Isaías 53:4).  Isaías describe un golpe, un azote, el azote es mortal.  La expresión utilizada es como cuando Moisés vio que herían a un hebreo (Éxodo 2:11), o cuando con su vara golpea el Nilo y este se convierte en sangre (Éxodo 7:17).  Dios es el que hiere con su boca la tierra (Isaías 11:4), hiere con golpes (Isaías 5:25).

Entonces tenemos un nuevo monte, esta vez el Calvario, allí está un Padre y un Hijo, sin embargo nadie detiene la mano del Padre.  Jesús experimenta la separación con su Padre, esta separación es única e irrepetible, “¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46) señala Cristo al momento de experimentar la paga del pecado sobre Él. 

No tenemos más que dar gracias por lo que Dios en su plenitud hizo por nosotros.  Su sacrificio es único e irrepetible.  Gracias a  ello es que hoy podemos buscar incesantemente su perdón, gracias a su sangre vertida en esa cruz.  Por ello es que su sacrificio alcanza a cada individuo que sincera y honestamente lo busca como salvador y Señor.

Nuestra vida al servicio
Es una responsabilidad de cada uno, buscar el perdón, ya no necesitamos ir al santuario y llevar una ofrenda viva para obtener el perdón. Podemos acceder al santuario celestial, gracias a la intercesión de Cristo.

Sin embargo, Dios desea que llevemos una vida de servicio.  Pablo nos dice que es voluntad de Dios, presentar nuestros “cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1), “sacrificio de alabanza… fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15). Pedro nos anima a ser “como piedras vivas… edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pedro 2:5).

No nos confundamos, la vida cristiana no es un sacrificio para agradar a Dios y así obtener la salvación o el perdón de los pecados.  El único sacrificio que es útil es el realizado por Cristo cuando murió.  Sin embargo la experiencia del cristiano no puede distanciarse del mensaje que ha abrazado.  Pedro y Pablo, nos dicen que debemos incluso ‘esforzarnos’ para llevar una vida de comunión con Dios. 







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