lunes, 7 de octubre de 2013

Cristo revelado en el santuario

Cristo revelado en el santuario
Pr. Aarón A. Menares Pavez ©

El antiguo santuario en el desierto, no tenía otro objetivo, más que mostrar el carácter de Dios como único Dios y además enseñar como el hombre puede alcanzar la salvación.  El tabernáculo debía ser único y distinguirse de los templos de las naciones paganas, Dios era único (Deuteronomio 6:4) y singular en relación con la pléyade de deidades que acompañaban a los pueblos vecinos de Israel. Por ello es que Dios les entrega su deseo de habitar en medio de ellos, y lo haría en el santuario, las palabras del Señor son evidentes: “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos” (Éxodo 25:8).

Esta vinculación es característica de la relación que Dios espera tener con sus hijos. Por ejemplo, cuando finalizó la creación, Dios estableció el sábado como una conexión especial e íntima con la nueva creación.  El sábado es ‘Dios con nosotros’, un aspecto de adoración y comunión único, lo mismo acontece entonces con la indicación sobre el santuario; Dios tiene planes de habitar con sus hijos, o el mismo Jesús denominado ‘Dios con nosotros’ (Mateo 1:23,24). Esto no es una utopía espiritualista, es una promesa que podemos disfrutar singularmente, porque Dios así lo ha planeado.

El otro aspecto importante del tabernáculo del desierto consistía en ilustrar de manera práctica la redención y puntualmente lo que haría el Mesías.  Cada detalle del edificio contenía elementos simbólicos importantes en relación a esto.

Pecado, Salvador y salvación
Hay tres conceptos que debemos considerar y encontrar en el santuario.  La razón de la venida de Cristo es porque existe el pecado, por lo que Él es la única salida y solución para enfrentarlo.  Así lo dijo Juan describiendo la obra de Cristo, “para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1Juan 3:8).  Por ello Jesús debe estar representado en el santuario, todo el sistema debe estar centrado en su obra; porque el santuario nos habla sobre la obra de salvación efectuada por Cristo.

Todo lo que acontecía ilustraba y pre-figuraba lo que para ese tiempo, haría Jesús; hoy lo vemos como realizado y a Jesús ministrando en el santuario celestial. 

Las divisiones del templo
El tabernáculo estaba en medio de las carpas donde habitaban las familias de los Israelitas según sus tribus.  Todo el sistema religioso, social y económico giraba en torno del santuario. Podemos entender entonces que los israelitas dependían directamente de Dios, porque todo su sistema social y político era dirigido directamente por el Señor. 

El tabernáculo tenía tres dependencias, el atrio, y en el edificio en sí, se dividía en dos: lugar santo y lugar santísimo. 

El atrio
El atrio, o patio era el lugar donde estaba el altar del sacrificio, allí se realizaban los sacrificios. También estaba la fuente de bronce o lavacro. 

Era un solmene lugar que era testigo de tres importantes acciones. Primero la disposición de búsqueda del perdón. Segundo, traer una ofrenda; esta no solo debía ser de animales grandes, como oveja o buey, incluso una paloma podía ser presentada, señalando así que para buscar el perdón, se debe ir adecuadamente y con la disposición adecuada, y finalmente, la obtención del perdón.   Allí se realizaban los sacrificios denominados ‘continuo’, que era uno por la mañana y otro por la tarde, además del sacrificio realizado en el día de expiación.  En lo simbólico el atrio representa la tierra y los sacrificios representan el sacrificio de Cristo acontecido cuando fue crucificado, trayendo salvación y continua intercesión en favor del hombre, hecho realizado en la tierra.

El lavacro
Se encontraba frente a la entrada del tabernáculo y representa limpieza, purificación.  El Antiguo Testamento asigna mucha importancia al agua como elemento purificador.  Tanto el sacerdote como el sumo sacerdote, antes de entrar al templo, debían lavarse sus manos.  Jesús relacionó el agua a dos importantes conceptos en cuanto a la salvación, en primer lugar lo relacionó con la salvación, cuando ofrece a la mujer samaritana agua de vida a quienes aceptaran a Jesús como el Mesías Redentor (Juan 4:14), la oferta de vida en relación al agua también lo encontramos en Apocalipsis, “y el Espíritu y la Esposa dicen; Ven, y el que oye diga: Ven. Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Jesús también relacionó el agua con el Espíritu Santo. “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua vida.  Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El” (Juan 7:37-39)

Entonces el lavacro representa la limpieza y la regeneración que el Espíritu Santo puede realizar en la vida de quien permite su actuar.

Lugar santo
Al entrar en el santuario, el primer departamento, denominado ‘Lugar santo’, está al ingresar al tabernáculo.  No todos podían entrar, sólo podían hacerlos los sacerdotes que habían sido consagrados para ministrar en el santuario. 

El departamento tenía tres elementos muy importantes. La mesa con los panes de la proposición, un candelabro y un incensario.

La mesa con los panes de la proposiciónSi entráramos al lugar santo, veríamos a la derecha una mesa con los panes de la proposición.  Los panes eran doce, siempre deben estar frente al testimonio (Éxodo 25:30). Esto tiene también una doble representación, primero era uno por cada tribu, ilustrando así que continuamente Dios está atento a sus hijos.

Cristo se autodenominó como el pan de vida, después de realizar la multiplicación de los panes y los peces, y en un contexto que debería haber llevado a sus testigos a recordar como Dios sostuvo a sus hijos por el pan del cielo, el maná.  Jesús se presentó como el pan de vida –“Yo soy el pan de vida”-  relacionando la idea de Él como el pan que descendió del cielo, con su muerte (Juan 6:47, 48).

Candelabro de oro.  El candelabro de oro se encontraba frente a la mesa con los panes y también frente al testimonio.  Son “seis brazos de sus lados; tres brazos del candelabro a un lado, y tres brazos al otro lado” (Éxodo 25: 32), además de una caña central (v.33), conformando siete brazos en total.  El simbolismo también nos conduce a Jesús y al Espíritu Santo, note que ambos trabajan en la salvación del hombre; Jesús es el Redentor y el Espíritu Santo nos conduce a Él.

La luz aparece en el primer día de la creación, la luz viene de Dios, porque Él es luz, “el que se cubre de luz como de vestidura” (Salmos 104:2); “Dios es luz” (1 Juan 1:5), por lo que la luz que emanaba no podría representar otra cosa que la luz de Cristo, guiando a sus hijos. 
Jesús dijo de sí mismo que era la luz, “luz soy del mundo” (Juan 9:5), señaló el Maestro antes de sanar al ciego de nacimiento. Al momento de la transfiguración el rostro de Cristo fue iluminado de manera que a los discípulos les sorprendió (Mateo 17:1,2; Lucas 9:29; Marcos 9:3). 

Jesús es nuestra luz, Él ilumina nuestras vidas, curiosamente la luz del candelabro llegaba a la mesa, donde estaban los panes que representaban al pueblo de Dios, un símbolo de como Dios guía a quienes se lo permitan.  El combustible era aceite de olivo, un símbolo del Espíritu Santo, por lo que nuevamente actúan juntos en pro de nuestra salvación.  El Espíritu Santo hablando a nuestra conciencia y conduciéndonos a Cristo.

Altar del incienso (Éxodo 30:1-10)Este mueble se ubicaba frente a la cortina que dividía los dos lugares y emitía olores gratos, que llegaban al lugar santísimo.  El simbolismo habla de cómo nuestras oraciones ascienden al cielo y llegan como un grato perfume, gracias a la intercesión de Cristo.  Cristo es sacerdote y sumo sacerdote que oficia en favor y no contra sus hijos.  Podemos confiar y depender plenamente en su total capacidad amorosa que atiende al clamor de cada uno de los que lo buscan y claman por misericordia, perdón y salvación.

Lugar santísimo
El último departamento es el de mayor trascendencia; allí sólo podía entrar el sumo sacerdote y una vez por año para el día de expiación, día de juicio.  Era una santa convocación seguida por todo el pueblo con santa reverencia y confesión de pecador.

Allí estaba el arca del pacto, que contenía los diez mandamientos.  Sobre su cubierta estaba el propiciatorio y dos querubines que se inclinaban, ya que allí –en el propiciatorio-, se depositaba la presencia de Dios (Éxodo 25:22).  El símbolo es importante, en el propiciatorio está la presencia de Dios, para algunos es el lugar del trono de Dios.  Isaías y Apocalipsis hacen una descripción de ese lugar, del real, donde está Dios, y donde recibe la adoración de los santos.  La obra del sumo sacerdote era un símbolo de la acción real de Jesús en el cielo, al momento de iniciar el juicio vindicador de Dios, un juicio previo a la segunda venida de Cristo, que al igual que en el tipo, del tabernáculo del desierto, debe ser considerado con temor y reverencia. 

Jesús también es sumo sacerdote; es todo.  Es la ofrenda cuya sangre es meritoria para que podamos ser salvos; es sacerdote, para ofrecer nuestras oraciones y sumo sacerdote para perdonarnos. 

Al finalizar, un par de consideraciones importantes.  El juicio y todo lo que acontece en el santuario celestial no es contra los hombres.  Es un juicio vindicador del nombre de Dios, no olvide que Satanás un día en el cielo y en el santuario señaló injurias contra Dios, y todo el plan de salvación no solo es una manera para que nosotros tengamos vida, también es un tremendo argumento contra los argumentos de Satanás.

El juicio es favorable a los hombres, ya que la paga del pecado fue cumplida por Cristo.  Lo imposible fue hecho por nuestro representante.  Queda sí, que cada uno de nosotros aceptemos a Jesús como nuestro Salvador y permitamos también que el Espíritu Santo modifique nuestras vidas.  Si bien es cierto que la salvación es gratis, eso no quiere decir que si no aceptamos a Cristo y su obra redentora seremos salvos; es solo la aceptación del regalo divino que nos hará ver a Jesús en su segunda venida. 


La invitación es a vivir feliz; confiar y depender, de hacer parte con Jesús y permitir que su gracia transforme nuestro ser, y que podamos ser vivificados por el Espíritu Santo.  

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