sábado, 21 de mayo de 2011

Josué y el Ángel de Jehová

Josué y el Ángel de Jehová
Por Aarón A. Menares Pavez
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile

La historia del sacerdote Josué queda remitida a la experiencia de Judá una vez que iniciaron su regreso a Jerusalén. Los planes de Dios incluían aún a su pueblo para cumplir la estrategia misional y entregar las buenas nuevas a todo el mundo.

Dios haría grandes cosas con su pueblo y a través de él. Su pasado agrio en el cautiverio sería sólo un recuerdo difícil, pero recordarían diariamente las bondades que habían recibido de parte de Dios. La historia de Josué y el Ángel de Jehová está inserta en este contexto. Josué no estaba sólo en el liderazgo, Dios también había llamado a Zorobabel como el Gobernante de fe quién junto al sumo sacerdote liderarían al pueblo, en su labor de reconstruir Jerusalén. Para los judíos la reconstrucción de Jerusalén tendría un significado especial, representaba una nueva etapa en el cumplimiento de las promesas hechas en antaño. Por lo que tanto para Zorobabel como para Josué esta misión estaba llena de una representación especial. Por esta razón es que si consideramos al libro de Zacarías, estos dos personajes aparecen como centrales en su desarrollo. Josué representando la justificación y Zorobabel la santificación; Josué como sumo sacerdote y Zorobabel como el Gobernador líder y juntos llevando a cabo la reconstrucción de Jerusalén.

Josué era culpable por que habían pasado 18 años desde que regresaron y sólo estaba el altar y no se había hecho nada para la reconstrucción del templo y la ciudad. Josué debía cumplir la función sumosacerdotal, pero sin el templo era imposible, por lo que traía complicación a la realidad espiritual de todo el pueblo.

Las ropas de Josué
Las vestiduras viles del sumo sacerdote, son una fiel representación de la naturaleza caída y la imposibilidad humana. Esta realidad es la que a cada uno de nosotros impide una comunión certera y cercana con su Salvador. Las condiciones para una comunión certera y cercana, sólo puede ser una realidad cuando consideramos algunos elementales pasos hacia el encuentro con Jesús. Como se ha señalado anteriormente en estas reflexiones, ninguno que no reconozca su incapacidad está en condiciones de acceder a la reconciliación con el Señor. Por lo tanto el primer elemento en nuestro acceso a Dios es el reconocimiento de nuestras limitaciones y de nuestra total incapacidad.

Esta última cuestión es a nuestro juicio trascendental, por mucho tiempo algunos han luchado por la búsqueda de la salvación basados en cierta ‘capacidad’ humana. El ‘esfuerzo’ de todo cristiano por ‘mantenerse’ en la vereda de la salvación. Recuerdo algunas tertulias con algunos de estos hermanos, -siendo objetivo, son muy buenas personas que tienen la mejor intención-, sin embargo no logran experimentar la promesa de Jesús de ir a Él y descansar (Mateo 11:28). Viven cargados por la culpa de aquello que no logran alcanzar o bien cargan sus ‘victorias’ espirituales y dejan ver su desaprobación con todo aquel que no vive de acuerdo a sus normas, intentando diferenciarse con el resto desde una tarima espiritual superior.

Reconocer la total incapacidad humana, hará que sea más sencillo el aceptar la total capacidad de Jesús como nuestro ayudador. El tema de la salvación es complejo, algunos pueden señalar que para la salvación tenemos que alcanzar una gran cantidad de logros espirituales y para otros no es necesario hacer nada. Ambos extremos son irreconciliables y por lo tanto se anulan. Ni lo uno ni lo otro.

El hecho que Josué haya reconocido su condición y humillado su corazón, hace de él un victorioso. Satanás o adversario, disfruta con humillar a los hijos de Dios que se equivocan. Lo hace de distintas maneras, en primer lugar lo hace destilando miseria sobre la condición espiritual y hace que las personas se sientan tan indignas que ya no deberían ir a Jesús por esa indignidad, esto es distinto a reconocer nuestra incapacidad, porque quien reconoce su incapacidad, está en condiciones de buscarla en Jesús, en tanto el que se siente derrotado por el pecado, ya no se siente digno de buscar el perdón, esta es una obra diabólica de primer nivel.

Tres aspectos importantes
Acá también hay tres elementos a considerar para la aplicación a nuestra comunión con Dios. Primero, Dios había escogido a Jerusalén para cumplir sus propósitos, así mismo cada hijo suyo en la actualidad ha sido escogido para cumplir sus propósitos. Esa elección tiene que ver con la aceptación de la invitación divina. Si observamos la historia de Israel, consideraremos que fueron llamados y finalmente rechazaron. Individualmente ejercemos el libre albedrío para aceptar al Señor como nuestro Salvador.

En segundo lugar, la misericordia divina es inmensa. Josué estaba representando a todo el pueblo, y sus ropas eran viles, sucias. A pesar de todo ello, Dios lo había escogido. Acontece también con los hijos de Dios de hoy, si bien es verdad que en un extremo de la balanza están aquellos que buscan una salvación por las obras, por el otro lado están aquellos que motivados por pensamientos calvinistas, aceptan una salvación centrada en un determinismo divino. Dicho de otra manera eso de una vez salvo, salvos para siempre y una vez muerto, muerto para siempre. Este pensamiento contiene un gran componente de predestinación, es decir no es mucho lo que podemos hacer para salvarnos y perdernos, depende del llamado que recibimos y si somos salvos, entonces como no tenemos nada que hacer, por lo tanto incluso la ética cristiana podría tener libertad. Sin embargo no es así, es verdad que no hay nada que podamos hacer para salvarnos y que todo lo necesario, lo hizo Jesús cuando murió y resucitó. Ese es el gran hecho que consumó lo que podemos describir como el gran hecho de salvación. Pero, eso no quiere decir que podamos vivir lejos de los principios divinos. Es imposible creer ser salvo y vivir como un incomberso. Nuestra mirada por ejemplo a los mandamientos divinos no puede ser llena de indiferencia, es verdad que nadie puede agregar gracia si los guarda, pero nadie que no organice su vida en torno a ellos será salva. Esta es la obra de la salvación que gratamente la divinidad realiza en cada uno de sus hijos.

En tercer lugar está el perdón. El Señor ha quitado la iniquidad de Josué, ha cambiado sus vestidos y lo ha hecho ‘digno’, aunque Satanás está allí señalando que no merece ningún tipo de misericordia. Hay algo interesante en la acusación de Satanás, porque en realidad nadie merece misericordia, y si la recibimos es por amor y porque Jesús nos ha representado y de eso se trata cuando hablamos de la salvación.

Una de las cosas que mejor sabe hacer Satanás es acusar, por ello la Biblia lo llama el acusador de los hermanos. Su estrategia es vil y rencorosa, no puede ver a un hijo de Dios en comunión con su Redentor. Le incomoda cuando una persona va a Jesús en busca del perdón y la reconciliación. Cuando Abraham subía el monte de Moriâ junto a su hijo para celebrar el sacrificio, allí estaba también Satanás susurrando a su oído pensamientos de desconfianza en Dios. Lo importante y poderoso de toda esta historia es el Ángel de Jehová, es decir la segunda persona de la Divinidad, Jesús, cumple, además de Redentor, un oficio sumo sacerdotal, que es fiel y seguro. En este caso, el Señor reprende a Satanás, esta es una cuestión muy importante, porque el es quién lo reprende, no es una cuestión humana. Jesús lo ha reprendido desde que se reveló en el cielo, lo reprendió en el desierto de la tentación, lo resistió en Getsemaní y por último en el Calvario. Lo mejor de todo es que en todas las ocasiones, Jesús ha salido victorioso, jamás ha sido derrotado. Finalmente cuando concluyan los mil años, el acusador será destruido para siempre.

Al finalizar esta reflexión, quisiera que pudiésemos entender que nuestro acusador es un acusador que ya está derrotado. Su derrota es total y a menos que en forma personal accedamos a la tentación, no tiene nada que hacer contra nosotros. Nuestra fuerza y confianza reside en el poder sobrenatural y total de nuestro Abogado, quien ganó no solo la victoria, sino que el derecho para defendernos ante las acusaciones del diablo. Por lo tanto no tenemos nada que temer porque nuestro abogado es quien nos comprende y pronto viene por nosotros.

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