lunes, 6 de junio de 2011

La parábola de las bodas

La parábola de las bodas
Por Aarón A. Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile

No era mucho lo que quedaba para que el Señor fuera crucificado y muerto, por lo que restaba tiempo de gracia para el pueblo judío; por ello el Señor insistía en entregar un mensaje evangélico completo en el que tanto judíos como gentiles comprendieran la salvación. En este esfuerzo las parábolas del capítulo 21 de Mateo, son un sólido llamado a la reflexión y a tomar parte como actores importantes a los judíos. Estas parábolas ilustraban la nefasta determinación al no aceptar a Jesús como el Mesías, que por lo demás era tan esperado. El foco de atención en las parábolas del capítulo 21 está centrado en las oportunidades de Israel como pueblo de Dios, y su negativa respuesta.

Por supuesto que también podemos visualizar una aplicación contemporánea, porque Dios constantemente está llamando a cada uno de sus hijos, pero, es cada uno quien determina si acepta o no esa invitación. El hecho que Israel no haya aceptado es un mensaje potente para cada uno de nosotros en el sentido de asumir nuestra responsabilidad en lo que respecta a la salvación.

La parábola de las bodas
La parábola de las bodas contiene los mismos elementos del capítulo 21. “El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo” (Mateo 22:2); este es el tema, un rey, su hijo y la boda. El gran evento, la boda de su hijo; la invitación a la boda en la parábola, fue realizada con mucho tiempo de anticipación (v,3), las fiestas en ese tiempo duraban unos cinco días, por lo que se hacía muy necesario realizar la invitación con tiempo y junto con ello, los invitados debían confirmar su asistencia. En este accionar, vemos que los convidados ‘algo’ debían hacer con el fin de brindar a la celebración mayor realce: aceptar. Sin embargo la respuesta fue nula, porque “éstos no quisieron venir” (v.3). Es imposible no hacer una aplicación al respecto, ¿cuántos son los que sabiendo y conociendo no quieren venir? ¿Cuántos son los que han recibido el mensaje de salvación y no lo aceptan? En realidad son muchos, así como los convidados a la boda.

“Los que no quisieron venir” son una clara alusión al Antiguo Testamento y todos los profetas enviados por Dios para preparar al pueblo a su encuentro con el Mesías, sin embargo este no pudo concretarse debido al rechazo. Los versículos 3 y 4 son una alusión a ello, los enviados anunciaban con fervor que ha sido preparada comida, todo está dispuesto, “venid a las bodas” (v.4). Los primeros convidados fueron los judíos, a quienes desde siempre se les entregó un mensaje especial y se los consideró de manera especial, por ser el pueblo de Dios. Ellos no solo debían aceptar al Mesías para vivir, sino que serían los responsables de dar a conocer las buenas nuevas de salvación, cosa que no aconteció

Los versículos 8 al 10 hablan de Juan el Bautista, Jesús y posiblemente los discípulos en su misión evangelizadora. Los primeros llamados fueron los judíos y los últimos los pecadores y gentiles, ministerio que el libro de los Hechos registra con elocuencia.

Dios invita
Podemos dar algunas aplicaciones a nuestro tiempo, en relación a la parábola de las bodas. En primer lugar Dios siempre está llamando, sea al arrepentimiento, o a la entrega de un corazón no convertido. Para ello utiliza distintos medios y métodos con la finalidad que todos procedan a la salvación. Sin embargo queda claro en la parábola que la decisión es personal y que aunque Dios haya hecho todo lo necesario para lograr la salvación a todo creyente, la decisión final corresponde a cada uno. En ese sentido y aunque Israel fue llamado para ser un pueblo especial y nación santa, en su libre albedrío, determinó no ser salvo.

Aunque el evangelio ha sido llevado por Cristo y puntualmente por los apóstoles, eso no quiere decir que la salvación o la participación en la celebración de la boda sería una cuestión automática. También se requiere de una determinación personal y decidida para aceptar la participación en la celebración.

Acá es donde muchos topan, porque no desean un compromiso con Dios o con la iglesia. No podemos separar a Dios de la iglesia, cuando hablamos de Dios lo hacemos también de la iglesia o viceversa. Son muchos quienes hoy viven una ‘experiencia’ muy personal con Dios, lejos de la iglesia. A esos también los llama el Señor, aunque también responden con una negativa, argumentando por su “labranza” o por sus “negocios” (v.5). Son muchos quienes hacen oído sordo a la invitación divina, incluso desconociendo el tiempo que vivimos.

En la parábola, ante la negativa de los primeros invitados, se abre para todos, “id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis” (v.9). Esto trajo como resultado la invitación a los pecadores y gentiles, a quienes no tenían la ‘dignidad’ social o de sangre. El evangelio es para todo creyente y toda raza, el pueblo de Dios es ahora un Israel espiritual, porque ellos por su propia voluntad rechazaron la invitación. Eso no quiere decir que la salvación para ellos sea imposible, muy por el contrario, todo aquel que acepte a Jesús como su Salvador y Señor, tiene vida eterna. Esto es lo que Pablo llama en Efesios 3, como el misterio; la iglesia.

Juicio
Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (v.11-14). Esta escena es muy gráfica a la hora de comprender que la salvación, si bien es cierto es gratis, ninguno que no tenga las vestiduras que el Rey provea podrá disfrutar la fiesta. Hay muchos que viven un cristianismo basado en su propia experiencia, muy acorde con nuestros tiempos. Permítame señalar que esto ha traído como consecuencia un cristianismo liviano y sin sentido. De esa manera ser cristiano no sería incompatible con el estilo de vida del mundo secular. Sin embargo, el mundo secular tiene una visión distinta en cuanto al tema valorico e incluso en cuanto a la religiosidad. El llamado a la boda fue para todos “malos y buenos; y las bodas se llenaron de convidados” (v. 10).

El hombre estaba con un vestido inadecuado para la celebración; no era exigido un ropaje comprado, era necesaria la ropa que el rey proveía, esto es justificación por la fe. Esta acción divina no solo califica a alguien como justo legalmente, sino que provee redención a causa de la aceptación del individuo. Por ello, al igual que ese invitado que rehusó utilizar el ropaje del rey, serán expuestos al castigo. No porque el rey así lo determine, sino porque eligieron no usar la ropa adecuada.

En realidad cuando hablamos de un juicio tendemos a temer, sin embargo si el hombre de la parábola hubiera aceptado la ropa del rey habría celebrado junto a los otros. Hoy por hoy, son muchos quienes buscan y esperan la salvación, pero al igual que la parábola son muchos los llamados y pocos los escogidos; muchos los llamados y pocos los que aceptan. Los escogidos no son aquellos que por un determinismo divino nacen para vivir, los escogidos son los que voluntariamente aceptaron la invitación.

Apocalipsis señala lo siguiente: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:7). Esta celebración está en nuestro futuro cercana, por favor no se pierda de esta fiesta. Al igual que en la parábola hemos sido invitado a aceptar la invitación, por la ropa, no se preocupe, el Rey tiene a disposición para cada uno, y de esa manera celebraremos esta vez las bodas del Cordero.

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