Un santuario en el cielo
Pr. Aarón A. Menares Pavez ©
La Biblia como texto, no ocupa argumento para
defender o argumentar la existencia de Dios, simplemente, lo da por hecho.
La misma dinámica debemos considerar cuando
hablamos del cielo, el lugar donde habita Dios.
No sé si nuestra mente, está en condiciones de separar lo que es el
cielo desde una mirada romántica y etérea, y considerar que el cielo es un
lugar real, un lugar físico, donde no solo habita Dios, sino también hay seres
como ángeles, serafines y Querubines. Además
un lugar donde otros seres del vasto universo van a adorar a Dios
permanentemente. Es la sede del gobierno
divino, donde sustenta la vida en cada lugar de las millones de galaxias y
estrellas que existen y donde haya vida.
¿Dónde está?
La humanidad se ha esforzado en los últimos 50 años
en buscar vida inteligente fuera de nuestro planeta, sin embargo ha sido
infructuoso, hay cero señales de vida, sin embargo lo explorado por naves
terrícolas, sólo es una mínima incursión en nuestro espacio. Hace pocos días la sonda espacial Voyager-I enviada en 1977 para explorar el sistema solar,
salió de nuestro sistema en agosto de 2013; eso nos dice que las distancias en
el espacio, por lo menos hasta ahora, son inalcanzables para el hombre.
Quienes hemos depositado nuestra fe en Dios, no
solo aseveramos de su existencia; también creemos que existe el cielo. Lo primero que debemos considerar -como ya señalamos- es, que el cielo es un
lugar real, pero ¿dónde está?
La verdad es que no lo sabemos, ni cuan distante
está de la tierra. El cielo es un lugar
real, que debe estar en algún planeta, o puede ser un planeta. La Biblia señala que cuando el pecado sea definitivamente
eliminado, el templo de Dios, la santa ciudad y Dios mismo harán de nuestro
planeta tierra su habitación (Apocalipsis 21:2).
La Biblia, nos da algunas
referencias sobre lo grande que es el universo, por ejemplo, Salomón, en su
oración de dedicación del templo dice en referencia a la grandeza de Dios sobre
“los cielos, los cielos de los cielos” (1Reyes 8:27), “he aquí, los cielos y
los cielos de los cielos” (2Crónicas 6:18).
Por otro lado el apóstol Pablo nos cuenta que “fue arrebatado hasta el
tercer cielo… al paraíso” (2Corintios 12:2, 4).
Tanto el informe de Salomón como el de Pablo, son coincidentes, en
cuanto a la extensión del universo, podríamos pensar también que es un dato
sobre dónde está el cielo que habita Dios.
Por lo menos la información que
la Biblia nos da es que el cielo está en algún lugar del universo y muy
distante de la tierra, por lo menos en los parámetros físicos con que medimos
la distancia en la tierra. Elena de White, también nos da algún dato sobre
dónde está el cielo, recordemos que al igual que el apóstol Pablo ella, en
visión también estuvo allí, en el cielo; donde está el templo, la Nueva
Jerusalén.
White, describiendo la conmoción
de las potestades de los cielos, señala: “La atmósfera se partió, arrollándose
hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orión un espacio abierto donde salió la
voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la santa ciudad de Dios”
(Primeros Escritos, 41). Esta es una
declaración sorprendente, porque no solo habla de tres cielos, sino por donde podemos
llegar al tercero, o el lugar donde está el cielo que habita Dios.
Si decidiéramos viajar a Orión,
donde según Elena White sería por donde llegaremos al cielo, deberíamos hacerlo
por aproximadamente 1.500 años a la velocidad de la luz. En realidad es una distancia imposible, por
lo menos para la capacidad del hombre, sin embargo ella dice que nuestro viaje
será de siete días, suponemos que días terrestres, hasta llegar al mar de
vidrio (Ibíd, 16). Esta descripción no necesariamente dice relación con el tiempo
de respuesta de Dios para con el hombre, o en el tiempo que le lleva a un ángel
venir a la tierra o ascender al cielo; creemos que esto último acontece en
fracciones de segundos.
¿Tan lejos y
tan cerca?
Luego de intentar dar una somera observación a la
realidad del cielo y su lejanía física, cabe preguntarnos, ¿cómo es que podemos
estar confiados que la presencia de Dios es real y que los ángeles sí actúan en nuestro favor? Una posible respuesta tiene que ver con las
limitaciones que poseemos y una de ellas es la imposibilidad de comprender como
actúa Dios y cómo es su capacidad de poder.
La Biblia nos enseña que aunque el cielo está físicamente muy lejos, lo
que allí sucede y que está relacionado con nuestra salvación es efectivo
inmediatamente cuando lo solicitamos, por ejemplo como el perdón de los
pecados.
En el cielo se encuentra el santuario, el trono de
Dios, allí el gobierna y sustenta. El
santuario es donde todo lo relacionado con la historia de la salvación acontece. En el cielo se originó el pecado, allí se
planificó la creación del hombre, y la redención. Apocalipsis nos entrega información
importantísima sobre el santuario, es allí donde se generan las órdenes de
Dios, de allí salen las órdenes a los ángeles que anuncian los juicios. Por
ello el estudio de lo que es el santuario y lo que acontece allí es
importantísimo para la comprensión del plan de salvación. Desde el santuario saldrá Jesús para venir a
la tierra en busca de quienes le aceptaron como su Salvador.
La visión de Apocalipsis 4 y 5 es una de las más
maravillosas descripciones de lo que es el cielo y lo que allí sucede. Hay adoración, no solo de los ángeles,
también de toda criatura que no ha conocido pecado. Son millones y
millones. Allí Jesús ofrece el perdón,
también de manera tierna y amorosa nos ofrece su calma compañía. El profeta Daniel en su angustia por no
comprender la profecía, clama a Dios por respuesta, la que no se hizo esperar,
el ángel Gabriel consuela al profeta y le dice que “al principio de tus ruegos
fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela” (Daniel 9:23).
Entonces Dios no está tan lejos para
responder. No podemos comprender como lo
hace, pero Él lo hace; su poder sobrenatural es real, no etéreo, tiene el
control, puede atender nuestro ruego inmediatamente.
El santuario
en el cielo
Los adventistas creemos que en el cielo hay un
santuario, donde Jesús oficia actualmente como nuestro sumo sacerdote (Hebreos
8:1-5), cumpliendo la función de intercesión y de juicio. Las garantías para nosotros, son muchas. Primero Jesús, el Hijo de Dios, una vez se
hizo hombre para vencer el pecado y someter la muerte. Jesús murió y resucitó, y ascendió a los cielos
para oficiar en el santuario celestial.
Allí está como el hombre que venció y logró la redención, está como el
único ser capaz de perdonar nuestros pecados, el único que puede
redimirnos. Así lo testificó Juan cuando
vio en el trono, al Cordero degollado, al León de la tribu de Judá que triunfa,
no como León, sino por haber sido Cordero inmolado (Apocalipsis 5:5).
Dios escucha
desde su trono
En la primera parte hicimos mención a la dedicación
del templo en Jerusalén, Salomón en su
oración hace comprometer a Dios que si hay arrepentimiento de los pecados,
tanto individuales, como de la nación, Él mirará la oración, el clamor y
escuchará y responderá (2Crónicas 6:19); “tú oirás desde los cielos” (v.25, 27,),
“desde el lugar de tu morada” (v.30, 39).
El relato dice que Dios oyó, e hizo descender “fuego de los cielos, y
consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa” (2Crónicas
7:1), la oración fue respondida inmediatamente, Salomón estaba en Jerusalén,
clamando al Dios de los cielos, y desde “los cielos de los cielos de los cielos”,
hubo respuesta. Dios le dice al rey, “Yo
he elegido para mi este lugar por casa de sacrificio” (v.12), “estarán abiertos
mis ojos y atentos mis oídos a la oración” (v.15).
Finalmente podemos señalar a modo de resumen, que
en el cielo hay un santuario, donde está Dios, allí también está Jesús oficiando
en favor de cada uno. Hay ángeles, de
distintas órdenes y seres de muchos planetas que no conocieron el pecado y que
adoran a Dios. El cielo físicamente está
lejos, sin embargo gracias a la obra sobrenatural del Espíritu Santo Dios está
cerca de cada hijo suyo.
Dios escucha desde su trono, gracias a Cristo, nos
perdona inmediatamente. Está atento a
escuchar la plegaria e inmediatamente da la orden para que la respuesta llegue
a efecto. Entonces podemos afirmar y
confiar en las palabras de Pablo. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono
de la gracias para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro” (Hebreos 4:16)
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