domingo, 29 de septiembre de 2013

Un santuario en el cielo

Un santuario en el cielo
Pr. Aarón A. Menares Pavez ©

La Biblia como texto, no ocupa argumento para defender o argumentar la existencia de Dios, simplemente, lo da por hecho.

La misma dinámica debemos considerar cuando hablamos del cielo, el lugar donde habita Dios.  No sé si nuestra mente, está en condiciones de separar lo que es el cielo desde una mirada romántica y etérea, y considerar que el cielo es un lugar real, un lugar físico, donde no solo habita Dios, sino también hay seres como ángeles, serafines y Querubines.  Además un lugar donde otros seres del vasto universo van a adorar a Dios permanentemente.  Es la sede del gobierno divino, donde sustenta la vida en cada lugar de las millones de galaxias y estrellas que existen y donde haya vida.

¿Dónde está?
La humanidad se ha esforzado en los últimos 50 años en buscar vida inteligente fuera de nuestro planeta, sin embargo ha sido infructuoso, hay cero señales de vida, sin embargo lo explorado por naves terrícolas, sólo es una mínima incursión en nuestro espacio.  Hace pocos días la sonda espacial Voyager-I  enviada en 1977 para explorar el sistema solar, salió de nuestro sistema en agosto de 2013; eso nos dice que las distancias en el espacio, por lo menos hasta ahora, son inalcanzables para el hombre.

Quienes hemos depositado nuestra fe en Dios, no solo aseveramos de su existencia; también creemos que existe el cielo.  Lo primero que debemos considerar  -como ya señalamos- es, que el cielo es un lugar real, pero ¿dónde está?  

La verdad es que no lo sabemos, ni cuan distante está de la tierra.  El cielo es un lugar real, que debe estar en algún planeta, o puede ser un planeta.  La Biblia señala que cuando el pecado sea definitivamente eliminado, el templo de Dios, la santa ciudad y Dios mismo harán de nuestro planeta tierra su habitación (Apocalipsis 21:2).

La Biblia, nos da algunas referencias sobre lo grande que es el universo, por ejemplo, Salomón, en su oración de dedicación del templo dice en referencia a la grandeza de Dios sobre “los cielos, los cielos de los cielos” (1Reyes 8:27), “he aquí, los cielos y los cielos de los cielos” (2Crónicas 6:18).  Por otro lado el apóstol Pablo nos cuenta que “fue arrebatado hasta el tercer cielo… al paraíso” (2Corintios 12:2, 4).  Tanto el informe de Salomón como el de Pablo, son coincidentes, en cuanto a la extensión del universo, podríamos pensar también que es un dato sobre dónde está el cielo que habita Dios.

Por lo menos la información que la Biblia nos da es que el cielo está en algún lugar del universo y muy distante de la tierra, por lo menos en los parámetros físicos con que medimos la distancia en la tierra. Elena de White, también nos da algún dato sobre dónde está el cielo, recordemos que al igual que el apóstol Pablo ella, en visión también estuvo allí, en el cielo; donde está el templo, la Nueva Jerusalén. 

White, describiendo la conmoción de las potestades de los cielos, señala: “La atmósfera se partió, arrollándose hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orión un espacio abierto donde salió la voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la santa ciudad de Dios” (Primeros Escritos, 41).  Esta es una declaración sorprendente, porque no solo habla de tres cielos, sino por donde podemos llegar al tercero, o el lugar donde está el cielo que habita Dios. 

Si decidiéramos viajar a Orión, donde según Elena White sería por donde llegaremos al cielo, deberíamos hacerlo por aproximadamente 1.500 años a la velocidad de la luz.  En realidad es una distancia imposible, por lo menos para la capacidad del hombre, sin embargo ella dice que nuestro viaje será de siete días, suponemos que días terrestres, hasta llegar al mar de vidrio (Ibíd, 16). Esta descripción no necesariamente dice relación con el tiempo de respuesta de Dios para con el hombre, o en el tiempo que le lleva a un ángel venir a la tierra o ascender al cielo; creemos que esto último acontece en fracciones de segundos.

¿Tan lejos y tan cerca?
Luego de intentar dar una somera observación a la realidad del cielo y su lejanía física, cabe preguntarnos, ¿cómo es que podemos estar confiados que la presencia de Dios es real y que los ángeles sí  actúan en nuestro favor?  Una posible respuesta tiene que ver con las limitaciones que poseemos y una de ellas es la imposibilidad de comprender como actúa Dios y cómo es su capacidad de poder.  La Biblia nos enseña que aunque el cielo está físicamente muy lejos, lo que allí sucede y que está relacionado con nuestra salvación es efectivo inmediatamente cuando lo solicitamos, por ejemplo como el perdón de los pecados.

En el cielo se encuentra el santuario, el trono de Dios, allí el gobierna y sustenta.  El santuario es donde todo lo relacionado con la historia de la salvación acontece.  En el cielo se originó el pecado, allí se planificó la creación del hombre, y la redención.  Apocalipsis nos entrega información importantísima sobre el santuario, es allí donde se generan las órdenes de Dios, de allí salen las órdenes a los ángeles que anuncian los juicios. Por ello el estudio de lo que es el santuario y lo que acontece allí es importantísimo para la comprensión del plan de salvación.  Desde el santuario saldrá Jesús para venir a la tierra en busca de quienes le aceptaron como su Salvador.

La visión de Apocalipsis 4 y 5 es una de las más maravillosas descripciones de lo que es el cielo y lo que allí sucede.  Hay adoración, no solo de los ángeles, también de toda criatura que no ha conocido pecado. Son millones y millones.  Allí Jesús ofrece el perdón, también de manera tierna y amorosa nos ofrece su calma compañía.  El profeta Daniel en su angustia por no comprender la profecía, clama a Dios por respuesta, la que no se hizo esperar, el ángel Gabriel consuela al profeta y le dice que “al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela” (Daniel 9:23). 

Entonces Dios no está tan lejos para responder.  No podemos comprender como lo hace, pero Él lo hace; su poder sobrenatural es real, no etéreo, tiene el control, puede atender nuestro ruego inmediatamente.

El santuario en el cielo
Los adventistas creemos que en el cielo hay un santuario, donde Jesús oficia actualmente como nuestro sumo sacerdote (Hebreos 8:1-5), cumpliendo la función de intercesión y de juicio.  Las garantías para nosotros, son muchas.  Primero Jesús, el Hijo de Dios, una vez se hizo hombre para vencer el pecado y someter la muerte.  Jesús murió y resucitó, y ascendió a los cielos para oficiar en el santuario celestial.  Allí está como el hombre que venció y logró la redención, está como el único ser capaz de perdonar nuestros pecados, el único que puede redimirnos.  Así lo testificó Juan cuando vio en el trono, al Cordero degollado, al León de la tribu de Judá que triunfa, no como León, sino por haber sido Cordero inmolado (Apocalipsis 5:5). 
  
Dios escucha desde su trono
En la primera parte hicimos mención a la dedicación del templo en Jerusalén,  Salomón en su oración hace comprometer a Dios que si hay arrepentimiento de los pecados, tanto individuales, como de la nación, Él mirará la oración, el clamor y escuchará y responderá (2Crónicas 6:19); “tú oirás desde los cielos” (v.25, 27,), “desde el lugar de tu morada” (v.30, 39).  El relato dice que Dios oyó, e hizo descender “fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa” (2Crónicas 7:1), la oración fue respondida inmediatamente, Salomón estaba en Jerusalén, clamando al Dios de los cielos, y desde “los cielos de los cielos de los cielos”, hubo respuesta.  Dios le dice al rey, “Yo he elegido para mi este lugar por casa de sacrificio” (v.12), “estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración” (v.15).

Finalmente podemos señalar a modo de resumen, que en el cielo hay un santuario, donde está Dios, allí también está Jesús oficiando en favor de cada uno.  Hay ángeles, de distintas órdenes y seres de muchos planetas que no conocieron el pecado y que adoran a Dios.  El cielo físicamente está lejos, sin embargo gracias a la obra sobrenatural del Espíritu Santo Dios está cerca de cada hijo suyo.

Dios escucha desde su trono, gracias a Cristo, nos perdona inmediatamente.  Está atento a escuchar la plegaria e inmediatamente da la orden para que la respuesta llegue a efecto.  Entonces podemos afirmar y confiar en las palabras de Pablo. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracias para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16)



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