martes, 29 de octubre de 2013

La ofrenda sustituta

La ofrenda sustituta
Por Aarón A. Menares Pavez©

Cuando hablamos sobre las ofrendas en el antiguo tabernáculo del desierto, no podemos disociarlo de su objetivo final, la conclusión del plan de salvación.  Cabe también hacer notorio el hecho de distinguir la acción propuesta por Dios, a las costumbres paganas que también exigían sacrificios.  En el caso de los paganos los sacrificios tenían la idea de ofrecer a sus dioses la ofrenda y en algún caso aplacar la ira del dios pagano.

En tanto el sistema bíblico, nos presenta tres realidades. La primera es mostrar la condición del pecado y sus efectos, la muerte, por esto es que moría una víctima inocente. Lo segundo tiene que ver con el perdón de los pecados y en tercer lugar, el destino final del pecado y la salvación.

La ofrenda por el pecado
Esta ofrenda está destinada a dos actores, los individuos comunes y los sacerdotes o líderes dirigentes. Ambos requerían presentar una ofrenda de animal, para ser sacrificado y finalmente quemado en el altar del sacrificio. El penitente que no era sacerdote debía quitarle la vida al animal que traían como ofrenda.  En ambas ocasiones, la sangre de la víctima era untada, por el sacerdote; la primera ofrenda traída por un individuo común, era untada en los cuernos del altar del sacrificio.  En el caso de los sacerdotes o líderes, la sangre ingresaba por el sacerdote al lugar santo, untando la cortina que dividía el lugar santo del santísimo.  En ambos casos el sacerdote llevaba al santuario la sangre, -ya sea asperjando en la cortina, o bien al comer la carne-,  porque todo el tabernáculo era uno solo.

Las manos sobre la víctima viva
Este acto tenía toda la significancia y relevancia hacia el objetivo final del tabernáculo, que es el perdón y la eliminación del pecado.  El perdón se recibía al momento de poner las manos en la victima y confesar los pecados, aunque la eliminación se efectuaba al momento de morir la víctima, el perdón se recibía luego de haber hecho la confesión. Lo mismo acontece con nosotros hoy, no necesitamos que Jesús regrese para saber si nos ha perdonado, el perdón se recibe por fe al momento de la confesión.

Todo este ritual, por supuesto, se debe observar como un símbolo del sacrificio de Cristo; por quien obtenemos el perdón y la eliminación del pecado que es en su sacrificio perfecto y pleno.  Todo este proceso tiene también un ámbito ilustrativo, que en el santuario es más que evidente, cuando el sacerdote untaba con sus dedos la sangre, tanto en los cuernos del altar del sacrificio o bien en la cortina dentro del tabernáculo.  En ambas ocasiones, como se ha señalado, sucedía la transmisión hacia el santuario, tanto por el hecho de untar la sangre o bien al entrar el sacerdote al santuario.  La pregunta que debemos hacernos en este punto es ¿qué se transmite?  Si los pecados son perdonados y eliminados simbólicamente por la víctima sustitutiva, ¿qué es lo que se transmite? 

Registro del perdón
En realidad hay dos cuestiones a considerar, en primer lugar, cuando Cristo murió y luego resucitó, completó la ofrenda, no existe un símil sobre ese hecho, sin embargo aún vivimos en un mundo donde el pecado causa estragos.  Si bien es cierto, la eliminación de los pecados confesados es completa, continuamos siendo pecadores y requerimos diariamente ir donde nuestro sustituto y caminar de la mano de Jesús.  Esta acción será hasta que Jesús regrese y nuestro cuerpo sea transformado.  El pecado como tal será eliminado de la faz del universo cuando concluya el milenio, por lo tanto no podemos abandonar la enseñanza que el santuario nos pueda entregar.
Pero nuestra pregunta es ¿qué es lo que transmite?  Ya hemos señalado que el pecado no se ha eliminado de este mundo, sin embargo el penitente que llevó su ofrenda, que puso sus manos, confeso sus pecados y le quitó la vida a la víctima, sale de ese ritual personado y reconciliado; por lo tanto queda un registro del perdón, cuya evidencia era la sangre derramada.

¿Cuándo somos perdonados?
El asunto del perdón es una cuestión fundamental para nuestra vida cristiana.  La pregunta es ¿cuándo somos perdonados?  ¿El perdón es inmediato o habrá que esperar la culminación del tiempo?  Si consideramos el ritual del santuario, podemos inferir que es inmediato al momento de la confesión; y ello no difiere con lo que el Nuevo Testamento nos dice sobre el perdón y el final del pecado.

El perdón es inmediato al momento de la confesión; por ello el apóstol Juan nos señala que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1:9). El resultado natural de la confesión sincera es el perdón de los pecados, si la confesión ha sido realizada en oración, recibimos el perdón gracias al sustituto que murió en la cruz del calvario, es una acción gratuita, es decir, nada más hay para hacer que reconocer la transgresión, confesarla y recibir la gracia de nuestro Salvador.  “Siendo justificados gratuitamente por su gracias, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24).

En resumen, la ofrenda por el pecado nos enseña que podemos ir libremente, confesar y pedir el perdón de los pecados, asistir con certeza y seguridad que regresaremos reconciliados y en paz, al ser justificados la obtenemos “por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).



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