martes, 30 de octubre de 2012

El triunfo de Cristo en la cruz



El triunfo de Cristo en la cruz
Por Aarón A. Menares Pavez©
 
La profecía mesiánica de Génesis 3:15 se desarrolla a través de todo el relato bíblico; ya sea en cuanto a mensaje y profecía.  Es el gran tema que concluye con la restitución del hombre al lado de Dios, tal como fue creado.  El problema del pecado imposibilitó al hombre a mantener la comunicación y comunión con el Creador; eso es porque el pecado es total y absolutamente antagónico a Dios; por ello es que se debía establecer un plan de salvación con el fin de restaurar y eliminar el pecado.
 
Considerando que la rebelión se generó en el cielo en uno de los más poderosos seres creados y que trajo a sí mismo la tercera parte de todos los ángeles, no podemos pensar que esta batalla que describe la Biblia (Apocalipsis 12: 7-9) fue una batalla simbólica, simple o sencilla.  Satanás luchó por derrotar a Dios, creyendo que lo lograría, utilizó toda su fuerza y la de sus seguidores para pelear en su oposición.
 
Los ángeles son seres distintos a nosotros, de hecho han vivido por miles de años, aún no ha muerto ninguno de ellos, incluyendo a los rebeldes.  Por lo tanto la única diferencia entre los ángeles leales a Dios y aquellos que se rebelaron pasa por su determinación por el bien o el mal, en cuanto a su porte y fuerza aún es similar, posiblemente los ángeles que siguieron a Satanás que son denominados como demonios han visto afectada su distinción y dignidad porque han dejado de estar ante la presencia de Dios y el pecado también los ha afectado, sin embargo continúan siendo seres de mucho poder.
 
Esta es una de las razones por la que los humanos no podemos luchar con nuestras fuerzas contra los demonios, debido a nuestra incapacidad.  Otro elemento importante en nuestra comprensión es la incapacidad moral para enfrentar la tentación.  Aunque como personas tengamos la mejor de las intenciones no somos capaces de obedecer o hacer la voluntad de Dios sin su ayuda. 
 
Por otro lado y aunque como hijos de Dios debemos obedecer a Dios, nada de lo que hacemos es contabilizado como mérito para lograr y alcanzar la salvación.  Este aspecto es muy importante, debido a la frustración que muchos cristianos tienen por no lograr la impecabilidad; pensar en ello es una falacia, debido a que sólo cuando seamos transformados en nuestro cuerpo al momento de la segunda venida, podremos decir que ya el pecado no se enseñorea de nosotros. Mientras eso no acontece, necesitamos los méritos de Cristo, que sí son perfectos y eficaces para recibir el perdón y así vivir la vida en Cristo.

 
Lucha espiritual
 
Lo que sucedió en la cruz, además de la muerte de Cristo, fue la derrota de Satanás y el pecado.  Debemos comprender que el pecado causa la muerte del penitente, en este caso el hombre es penitente por haber accedido al pecado.  El hombre debía morir irremisiblemente, por ello es que Dios en la persona de su Hijo determina morir y recibir su propia justicia muriendo en lugar del pecador. 
 
Permítame señalar dos conceptos importantes aquí, en primer lugar la muerte de Cristo no es importante por su calidad de mártir, es verdad que lo más destacado en relatos y películas, fue la horrible muerte de nuestro Señor, sobre cómo fue humillado, escupido, azotado y crucificado, cosas que la profecía también anticipó; sin embargo Jesús no murió por los azotes, tampoco por los clavos, lo que mató a Jesús fue la paga del pecado, que lo separó de su Padre.  El profeta Isaías lo declara de manera muy clara, “nosotros lo tuvimos por azotado, por herido  de Dios y abatido” (Isaías 53:4 up). Ese instante fue clave en todo el plan de salvación por su carácter único, irrepetible y triunfal.
 
El segundo aspecto  tiene que ver con la sustitución de Cristo.  Como hemos señalado, el hombre merece morir porque accedió al pecado, también merecen morir Satanás y sus ángeles, sin embargo la cruz está inserta en el plan de salvación exclusivo para el hombre.  Es más que seguro que antes de la batalla en el cielo Satanás y sus ángeles tuvieron su oportunidad de arrepentimiento y la desaprovecharon.
 
Por ello es que la representatividad de Cristo es exclusiva a favor del hombre.  Él toma el lugar que merece el hombre, la muerte y la maldición que el hombre merece, la recibe Él, para que el hombre no muera y sea redimido.  Ese día en la cruz se desarrollo otra batalla, donde Satanás creyó haber vencido, la Biblia describe que la naturaleza se vio afectada al ver que el Creador era de una manera incomprendida humillado a causa del pecado (Mateo 27: 51), sin embargo lo que Satanás pensó era su triunfo, finalmente fue su  derrota definitiva.
 
Pablo describe este momento  de lucha espiritual como un testimonio del triunfo de Cristo sobre las fuerzas del mal, “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15).  La muerte de Cristo  no solo fue un evento que afectó a nuestro planeta, lo que el apóstol señala es que todo el universo estaba pendiente de lo que sucedía en el Calvario.  Al morir Jesús derrotó a Satanás y el pecado con su propia vida, cumplió con la obediencia perfecta a la ley de Dios y por lo tanto derribó todos los argumentos que Lucifer esgrimió en el cielo cuando se reveló, y no quedó ninguna duda del amor de Dios, y que Satanás y el pecado desaparecerían para siempre. 
 
La muerte de Cristo es el más poderoso argumento de la justicia y amor de Dios.  ¿Acaso no ha sido Dios quien recibe de su propia justicia para salvar a los pecadores?  Permítame señalarlo de la siguiente manera, aunque todos los humanos hubiéramos muerto, el pecado no habría sido erradicado, aun más si al rebelarse Satanás, Dios lo hubiera exterminado, el pecado no se habría extinguido.  Era necesario, una vez que el pecado apareció que el Hijo de Dios se hiciera hombre, para que así pudiera morir y recibir la paga del pecado.
 
 
La lucha espiritual en el individuo
 
Lamentablemente hoy son millones los engañados ante el sortilegio diabólico.  La televisión, el cine, la música, las artes, expresiones religiosas, incluso algunas cristianas, están teñidas del engaño, por lo que debemos tener mucho cuidado al respecto.  Vemos con asombro como las huestes del mal han tomado control de nuestra sociedad y el pensamiento para distanciar a los individuos de la única fuente de poder que es Cristo.
 
La obra satánica es sorprendente e incluso quienes no están en una relación de comunión con Dios pueden ser presa fácil de esos engaños.  Imagine que los ángeles perfectos en el cielo cayeron bajo su seducción, ¿cómo no será más fácil con nosotros hoy? 
 
Pablo advierte que debemos tener cuidado con nuestra vida espiritual, “porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).  El apóstol pone el acento no en el individuo sino en las huestes malignas que son más poderosas que el hombre las que ejercen poder incluso sobrenatural para que los humanos seamos derrotados.  Es decir que la lucha es desigual y no tenemos argumento ni físico ni moral para enfrentarnos y vencer.
 
No es un asunto de capacidad moral, porque estamos desposeídos de ello; el secreto radica en un poder sobre humano y para que ello pueda ser real, en primer lugar hay que reconocer lo limitado que somos y lo incapaz que somos para enfrentarnos con el pecado y los agentes del mal.  Esto nos dará la capacidad de refugiarnos en Jesús.  Nuestro Señor entregó pautas para alcanzar el éxito, “separados de mi  nada podéis hacer” (Juan 15: 5). Así como el único triunfo válido es el de Cristo, la única acción válida es permitir que Dios actúe, de lo contrario jamás alcanzaremos el triunfo sobre el mal.
 
Cristo vino a esta tierra para deshacer las obras del diablo (1Juan 3:8), por ello cada uno de quienes deseamos vivir en armonía con Jesús, deberíamos permitir que con el mismo poder con el que venció en la cruz al pecado y su autor, pueda desenmarañar, dar libertad y vencer el pecado en la vida de cada uno. 
 
Las huestes satánicas no cesan en actuar, utilizan todo lo necesario para mantener a los hijos de Dios sometidos en sus redes.  Por ello es que son los sentidos y los pecados relacionados con la sensualidad junto con la mentira que intentan alejarnos de nuestro Señor.  Manteniéndonos así se asegura la perdición de las personas, por ello no podemos confiar en nuestros sentidos y en nuestras fuerzas, sino en la única y total fortaleza que ya venció y logró la victoria sobre el pecado.
 
Finalmente como dijera Pablo: “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mi” (Gálatas 2:20), esta es la única estrategia que puede darnos libertad y protección en una lucha constante y que ya fue vencida por Cristo en la cruz, es de cada uno permitir ahora que ese triunfo sea una realidad en su propia vida.
 


 

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