lunes, 15 de octubre de 2012

A imagen de Dios


A imagen de Dios
Por Aarón A. Menares Pavez©

El origen de la humanidad se discute en dos veredas que parten de cosmovisiones totalmente distintas.  Para muchos este origen es producto de la casualidad y de acciones puntuales que se estructuraron por el pasar de los millones de años; dando como resultado la vida tal cual la conocemos hoy.
Por el otro lado estamos quienes creemos que la vida no es producto de esta casualidad, sino que de intervención divina.  Sin embargo también hay división entre los creacionistas, a causa de la información científica sobre la edad de la tierra, algunos dan una interpretación que distingue entre Génesis 1:1 y 1:2 un tiempo, en el que posiblemente hubo vida y que se extinguió, antes de la creación de Adán y Eva, esta teoría es conocida como del lapso, y de esa manera se podría –según señalan- explicar los millones de años que la ciencia moderna informa sobre la edad de la tierra.

Finalmente estamos los creacionistas que aceptamos  la veracidad del relato de Génesis y asumimos que no es ni alegórico ni representativo, sino que el relato es exacto sobre lo que aconteció en la primera semana, conocida como la semana de la creación.

Es muy importante lo que entendemos y creemos al respecto, porque eso va a determinar lo que creamos será nuestro futuro.  Por ejemplo, no podríamos pensar que la muerte vino antes de la introducción del pecado de Adán en la tierra, porque allí vino la promesa mesiánica en cuanto a la salvación (Génesis 3:15).  La Biblia señala que tanto la muerte como la maldición a la humanidad y la naturaleza vino como producto de la desobediencia de Adán (Génesis 3:14-19; Romanos 5:12).  Este es un argumento importante para asumir que antes de esa semana de la creación, no hubo vida en la tierra, sino que estaba como dice el relato bíblico que la tierra estaba “desordenada y vacía” (Génesis 1:2).

Por otro lado, si la vida es producto de la casualidad y lo que somos ahora es porque todo se organizó por el azar adecuadamente; entonces no podríamos hablar de un plan de salvación, porque no existiría el pecado o el mal como lo describe la Biblia y no necesitaríamos un Salvador, aun más nuestra esperanza sólo radicaría a la vida que vivimos en el presente y no podríamos pensar en la resurrección y vivir por siempre en una tierra renovada.

La evolución ha tratado de explicar tanto el origen como la conformación de la vida como es ahora, sin embargo no pasa de ser una teoría inexacta, llena incluso de mitología.  La evolución señala que compartimos información genética con el mono, por ejemplo, sin embargo también compartimos información genética con el ratón; pero nadie dice que los ratones son nuestros antepasados.  Lo que los evolucionistas no pueden justificar es ¿en qué punto el simio pasó a ser humano?  Ese punto intermedio no ha sido comprobado, ya que los supuestos eslabones encontrados, con el tiempo han sido explicados y no constituyen validez para ser considerados como la respuesta a esta interrogante. Creemos que jamás se encontrará porque el mono y el humano fueron hechos por un mismo creador, pero con características y funciones distintas.

Origen divino
El relato de Génesis tanto en el capítulo 1 y 2 entregan detalles importantes sobre cómo fue creado el hombre, “entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (Génesis 1:26, 27).  “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). 

Toda lo que se creó en esa semana, según la descripción de Dios fue bueno y en gran manera (Génesis 1:31), eso incluía a Adán y Eva.  Ahora, si la primera pareja humana fue creada la misma semana junto a todos los seres vivos, tanto animal o vegetal, e incluso el mismo día de los mamíferos, no lo hace igual al resto.

El relato distingue que exceptuando a Adán y Eva, Dios ordenó y existió, sin embargo Adán fue formado del polvo de la tierra y Eva de una costilla de Adán.  Eso requirió un valor agregado y una especial atención por parte de Dios de cercanía y delicadeza para con la humanidad.  Dios debe haber gastado un tiempo de ese día viernes en formar con sus manos a los que conocemos como nuestros primeros padres, eso es maravilloso, por lo que significa la grandeza de Dios y su especial interés en cada uno de nosotros.  Si Dios se dio el ‘trabajo’ de atender personalmente la creación del hombre explica también todo su esfuerzo en otorgar un medio de salvación con el fin de darnos la oportunidad de vivir como siempre Él lo deseó para la humanidad.

Imagen de Dios
Como el texto señala somos imagen de Dios (1:26), aún con una naturaleza con serias desventajas como lo es la naturaleza pecaminosa.  A diferencia de los otros seres, el hombre –y la mujer-, es capaz de tomar decisiones lógicas y racionales.  Es verdad que algunos animales pareciera que toman decisiones, estas están coordinadas instintivamente.  Su cercanía con el hombre permite incluso que algunos animales pareciera que llegan a tener un comportamiento casi humano, pero eso se debe sólo a su relacionamiento con el hombre.  Los animales rinden homenaje al hombre y dependen de él, porque el hombre fue puesto como administrador de toda la tierra y de toda la creación, esta función fue entregada incluso antes del ingreso del pecado (1:26), como una autoridad y protección que lo asemejaba en imagen al Creador, era literalmente el representante de Dios sobre toda la creación.

Esta última virtud ha sido mal utilizada por la humanidad por la destrucción del medio ambiente, cuando Dios se le entregó en custodia y resguardo.

La característica del ser humano en razonar y tomar decisiones que los diferencian de los otros seres creados, es una de los elementos característicos como imagen del creador.  Adán se distinguía entre toda la creación, era “hijo de Dios” (Lucas 3:38).

No es un secreto como hemos señalado, que la imagen de Dios en la raza humana fue intervenida a causa del pecado.  No sabemos cuánto tiempo los primeros padres disfrutaron de la vida sin el pecado.  La Biblia no detalla en cuanto a cantidad de tiempo  antes del pecado, pero posiblemente sí deben haber disfrutado en ese estado de santidad, más que ese primer sábado.  Por ello es que fue tan difícil para Adán y Eva enfrentar la nueva vida en desventaja y observar con mucha tristeza las consecuencias de su pecado.

Naturaleza pecaminosa
Si bien es cierto que los humanos somos imagen de Dios, en el estado pecaminoso esa imagen ha sufrido una nebulosa a causa de la presencia del mal.  Al pecar el ser humano fue afectado de manera incluso genética, sus virtudes naturales fueron disminuidas, tanto que ya no podría seguir viviendo por siempre.

La naturaleza pecaminosa impide hacer la voluntad de Dios, así lo declara Pablo (Romanos 7:15), reconociendo que existe una desventaja inherente que nos conduce hacia el mal y no para el bien.  Esta característica por supuesto que disminuye la imagen de Dios, aunque no la elimina.  De esta manera somos nosotros, los que podemos si lo determinamos permitir que un poder superior actúe en nuestras personas y anular los efectos del pecado.

La estrategia divina de salvación sólo puede ser efectiva, si nosotros lo aceptamos.  Nadie puede salvarse por sí mismo, o por sus propios medios; necesitamos de una ayuda extra y sobrenatural. 

Pablo también entrega orientación para encontrar la solución, él asume que nacemos con un problema espiritual; nacemos muertos espiritualmente y por ello es que el apóstol tomando las palabras que Cristo le dijera a Nicodemo, sobre el nuevo nacimiento (Juan 3:3), nos dice: “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Corintios 5:17). 

Esto es una buena noticia para todos quienes a pesar de compartir una naturaleza en desventaja, y que aun continuamos siendo imagen de Dios. Dios ha establecido un plan de regreso el que involucró la vida de Dios hecho hombre, en la persona de Jesús y abrir la esperanza para que quien lo acepta puede regresar al origen.  Ese origen tiene que ver con el hombre que salió de las manos del Creador en Edén, por ello la estrategia redentora, busca rehacer y restablecer la imagen de Dios en cada uno de los hijos de Dios.

En este contexto los cristianos esperamos que Jesús regrese por segunda vez, ahora sin relación con el pecado (Hebreos 9:28) para salvar a quienes lo aceptemos como Salvador y Señor. Allí seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos (1Corintios 15:51,52), y entonces regresaremos a nuestro origen junto a Dios.

 

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