Vida transformada y
reproductiva
Por Aarón A. Menares Pavez
Quien ha aceptado a Jesús como su
salvador, ha permitido que su vida sea transformada. Esta es una sana característica de un
verdadero discípulo, el permitir que la obra sobrenatural del Espíritu Santo
actúe en él. Las palabras de Isaías son
bastante claras con respecto al deseo de Dios sobre sus hijos. “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y
mi siervo que yo escogí” (Isaías 43:10), porque el pueblo de Dios conoce el poder de su gracia, la
dulzura de su consuelo, el tierno cuidado de su providencia, y la verdad de su
promesa. Todos los siervos de Dios pueden contar lo que ha obrado en ellos y ha
hecho por ellos, para guiar a los demás a conocer y creer su poder, verdad y
amor.[1]
Hemos
mencionado que el testigo es quien tiene algo que decir en su vida, no es una
cuestión de tipo externa solamente; primero es interna y luego se
externaliza. Los discípulos se empaparon
de Cristo y esa experiencia fue tan evidente que muchos creyeron en el mensaje
que entregaban sólo por su testimonio.
Cabe destacar un hecho muy importante, la experiencia de ellos tuvo un
cambio radical desde lo que fue su relación con Jesús antes y después de su
muerte y crucifixión. Hasta antes de de
la muerte y resurrección de Cristo el egoísmo y otras malas prácticas eran más
que evidentes, sin embargo al pasar la experiencia del Calvario, la vida de
ellos cambió. Esta es una gran
ilustración para los cristianos de hoy, es necesario experimentar el calvario
de manera íntima; es necesario vivir en la presencia del Señor. Para ello hay dos cosas indispensables, la
primera tiene que ver con un reconocimiento de todas las limitantes humanas y
nuestros pecados. La segunda se
relaciona con la primera, necesitamos buscar con insistencia a Jesús por medio
del Espíritu Santo, quien constriñe nuestro ser para buscar el perdón y
reconciliación con Dios por medio de Cristo.
Búsqueda del Espíritu Santo
Hace
unos días escuche una reflexión sobre la teoría y práctica sobre el Espíritu Santo. La conclusión destaco que conocemos la
teología sobre el Espíritu Santo y su obra regeneradora, sin embargo nos falta
hacerla práctica. La gran pregunta a
realizar es ¿qué nos falta para ser completamente del Señor? ¿Qué es lo que impide al Espíritu Santo hacer
la obra completa? Pablo señala que
nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1Corintios 6:20) otorgando una
importancia trascendental no solo a algunos aspectos de nuestra vida, sino a
todo. Los discípulos luego de
experimentar el calvario, pasaron por el
aposento alto, donde por diez días experimentaron contrición, confesión y armonía
los unos con los otros; Dios actuó poderosamente en ellos, allí fueron
dirigidos para tomar decisiones importantes para la naciente iglesia. El texto señala que “cuando llegó el día de
Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1), como un argumento
visible y externo sobre lo que ya el Señor había realizado en su interior.
Podemos
identificar acá el secreto del éxito en la vida cristiana, este es el secreto
para una testificación concreta y efectiva.
Así los testigos podemos alegrarnos y decir como el profeta, “tú nos
darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras” (Isaías 26:12). Entonces en esa búsqueda del Espíritu Santo,
deberíamos buscar experimentar nuestro propio aposento alto.
De
lo contrario, nuestra predicación será sin poder, porque la exitosa predicación
por testimonio en la iglesia apostólica, radicó en su experiencia de intimidad
con Jesús, efectuada por medio del Espíritu Santo.
Algo que decir y comunicar
No
tenemos dudas de la responsabilidad que tenemos en comunicar el mensaje de
salvación. Nuestra iglesia tiene muchas
estrategias para evangelizar, estudios bíblicos personales, grupos pequeños,
campañas y otras estrategias que conocemos y organizamos para cumplir con la
gran comisión. Sin embargo, nada de eso
podrá tener éxito si no tenemos nada que
decir en nuestra experiencia íntima.
Pedro y Juan predican con entusiasmo y osadía y quienes les escuchaban “se
maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13), de
esto es lo que hablamos, no podemos predicar sin la santa presencia; la única
manera de tener éxito en la predicación, es permitiendo que el Espíritu Santo realice la obra que
sólo Él puede hacer por medio de nosotros.
Hay
un aspecto muy importante a considerar. Una
de las características del posmodernismo es la inmensa soledad en la que se
encuentran las personas. El sistema de
vida que llevamos ha traído como consecuencia que las personas viven con
depresión y angustia. ¿No le parece que
podemos hacer algo al respecto? ¿Acaso
no es una oportunidad para suplir necesidades que el Señor puede hacer por las
personas? Por ello hay que considerar
la actitud de Jesús en cuanto a las personas, el sentía compasión de ellos
(Mateo 9:36).
La
propuesta es a servir y trabajar por otros.
Jesús viene pronto y sólo quienes lo acepten irán al cielo, es nuestra
responsabilidad comunicar un mensaje de
vida que podrá transformar a otros en hijos de Dios y por consecuencia en
habitantes del cielo.
Esto
es lo que Dios espera, reproducirse en sus hijos y que como resultado hagamos
lo mismo. Nuestro radio de influencia es
abarcante, la familia, el trabajo, la escuela, la universidad, el barrio. ¿Se nota que somos hijos del Rey? Es verdad que podemos hacer encuestas, y
grandes campañas pero de todas, la mejor estrategia es la influencia en el
radio personal. Son nuestros amigos, la
familia, quienes están más cerca de involucrarse con el mensaje de
salvación.
[1]Matthew Henry, Comentario De La Biblia Matthew Henry
En Un Tomo. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 560.
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