jueves, 10 de mayo de 2012

Vida transformada y reproductiva


Vida transformada y reproductiva
Por Aarón A. Menares Pavez

Quien ha aceptado a Jesús como su salvador, ha permitido que su vida sea transformada.  Esta es una sana característica de un verdadero discípulo, el permitir que la obra sobrenatural del Espíritu Santo actúe en él.  Las palabras de Isaías son bastante claras con respecto al deseo de Dios sobre sus hijos.  “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí” (Isaías 43:10), porque el pueblo de Dios conoce el poder de su gracia, la dulzura de su consuelo, el tierno cuidado de su providencia, y la verdad de su promesa. Todos los siervos de Dios pueden contar lo que ha obrado en ellos y ha hecho por ellos, para guiar a los demás a conocer y creer su poder, verdad y amor.[1]

Hemos mencionado que el testigo es quien tiene algo que decir en su vida, no es una cuestión de tipo externa solamente; primero es interna y luego se externaliza.  Los discípulos se empaparon de Cristo y esa experiencia fue tan evidente que muchos creyeron en el mensaje que entregaban sólo por su testimonio.  Cabe destacar un hecho muy importante, la experiencia de ellos tuvo un cambio radical desde lo que fue su relación con Jesús antes y después de su muerte y crucifixión.  Hasta antes de de la muerte y resurrección de Cristo el egoísmo y otras malas prácticas eran más que evidentes, sin embargo al pasar la experiencia del Calvario, la vida de ellos cambió.  Esta es una gran ilustración para los cristianos de hoy, es necesario experimentar el calvario de manera íntima; es necesario vivir en la presencia del Señor.  Para ello hay dos cosas indispensables, la primera tiene que ver con un reconocimiento de todas las limitantes humanas y nuestros pecados.  La segunda se relaciona con la primera, necesitamos buscar con insistencia a Jesús por medio del Espíritu Santo, quien constriñe nuestro ser para buscar el perdón y reconciliación con Dios por medio de Cristo.

Búsqueda del Espíritu Santo
Hace unos días escuche una reflexión sobre la teoría y práctica sobre el Espíritu Santo.  La conclusión destaco que conocemos la teología sobre el Espíritu Santo y su obra regeneradora, sin embargo nos falta hacerla práctica.  La gran pregunta a realizar es ¿qué nos falta para ser completamente del Señor?  ¿Qué es lo que impide al Espíritu Santo hacer la obra completa?  Pablo señala que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1Corintios 6:20) otorgando una importancia trascendental no solo a algunos aspectos de nuestra vida, sino a todo.  Los discípulos luego de experimentar el calvario, pasaron por  el aposento alto, donde por diez días experimentaron contrición, confesión y armonía los unos con los otros; Dios actuó poderosamente en ellos, allí fueron dirigidos para tomar decisiones importantes para la naciente iglesia.  El texto señala que “cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1), como un argumento visible y externo sobre lo que ya el Señor había realizado en su interior.

Podemos identificar acá el secreto del éxito en la vida cristiana, este es el secreto para una testificación concreta y efectiva.  Así los testigos podemos alegrarnos y decir como el profeta, “tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras” (Isaías 26:12).  Entonces en esa búsqueda del Espíritu Santo, deberíamos buscar experimentar nuestro propio aposento alto. 

De lo contrario, nuestra predicación será sin poder, porque la exitosa predicación por testimonio en la iglesia apostólica, radicó en su experiencia de intimidad con Jesús, efectuada por medio del Espíritu Santo.

Algo que decir y comunicar
No tenemos dudas de la responsabilidad que tenemos en comunicar el mensaje de salvación.  Nuestra iglesia tiene muchas estrategias para evangelizar, estudios bíblicos personales, grupos pequeños, campañas y otras estrategias que conocemos y organizamos para cumplir con la gran comisión.  Sin embargo, nada de eso podrá tener éxito si no tenemos nada que decir en nuestra experiencia íntima.  Pedro y Juan predican con entusiasmo y osadía y quienes les escuchaban “se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13), de esto es lo que hablamos, no podemos predicar sin la santa presencia; la única manera de tener éxito en la predicación, es permitiendo  que el Espíritu Santo realice la obra que sólo Él puede hacer por medio de nosotros. 

Hay un aspecto muy importante a considerar.  Una de las características del posmodernismo es la inmensa soledad en la que se encuentran las personas.  El sistema de vida que llevamos ha traído como consecuencia que las personas viven con depresión y angustia.  ¿No le parece que podemos hacer algo al respecto?  ¿Acaso no es una oportunidad para suplir necesidades que el Señor puede hacer por las personas?   Por ello hay que considerar la actitud de Jesús en cuanto a las personas, el sentía compasión de ellos (Mateo 9:36). 

La propuesta es a servir y trabajar por otros.  Jesús viene pronto y sólo quienes lo acepten irán al cielo, es nuestra responsabilidad  comunicar un mensaje de vida que podrá transformar a otros en hijos de Dios y por consecuencia en habitantes del cielo. 

Esto es lo que Dios espera, reproducirse en sus hijos y que como resultado hagamos lo mismo.  Nuestro radio de influencia es abarcante, la familia, el trabajo, la escuela, la universidad, el barrio.  ¿Se nota que somos hijos del Rey?  Es verdad que podemos hacer encuestas, y grandes campañas pero de todas, la mejor estrategia es la influencia en el radio personal.  Son nuestros amigos, la familia, quienes están más cerca de involucrarse con el mensaje de salvación. 



[1]Matthew Henry, Comentario De La Biblia Matthew Henry En Un Tomo. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 560.

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