Formando nuevos
discípulos
Por Aarón A. Menares
Pavez©
Los resultados
misioneros de la iglesia son fruto de dos cosas, primero un arduo trabajo y
segundo una dedicación a la influencia del Espíritu Santo, quien atrae a Jesús
a los nuevos creyentes. Sin embargo Dios
espera que los que somos parte del cuerpo de Cristo, cumplamos nuestra parte en
su misión. Por ello, los resultados,
estarán relacionados directamente con la siembra que se haya realizado.
En este proceso,
la formación de nuevos discípulos se hace indispensable. Un discípulo es más que un miembro porque se
identifica con los mandatos misionales de su maestro. Por esto es que cuando consideramos el
mandato de Jesús de Mateo 28: 18,19, debemos recordar que la indicación de
bautizar, enseñar y hacer discípulos es continua y permanente.
Así como hemos señalado
anteriormente que cada miembro es un ministro (ver primer comentario de este
trimestre), cada miembro debe ser un discípulo.
Este proceso de aprendizaje y crecimiento es necesario y nos entregará
una iglesia más dinámica e identificada con su mensaje.
Iniciando el proceso
Debemos ser
cautos y especialmente delicados a la hora de presentar la verdad. Sé que hay algunos hermanos bien
intencionados que en la primera instancia presentan los mensajes más duros de
nuestra doctrina, casi dejando con espasmo a los nuevos creyentes. Esta estrategia no es la mejor, porque si
bien es cierto, posiblemente un porcentaje menor podría aceptar el mensaje y
quedarse en la iglesia, posiblemente en su vida de discípulo dará más
importancia a temas fuertes como las profecías por ejemplo y no considerará
otros aspectos del evangelio tan importantes como el perdón de los pecados y la
nueva vida en Cristo.
Por ello es que
la indicación bíblica pone orden en la secuencia de crecimiento en el
conocimiento de los nuevos conversos. En
una primera etapa, hay que integrar a los nuevos creyentes a la iglesia. Esto involucra una red social que bien pueden
ser los grupos pequeños, este aspecto es muy necesario porque son muchos los
que llegan a la iglesia y se van porque no encuentran amistad y cariño;
necesitamos establecer un ambiente atractivo, dinámico, amable, honesto y
cariñoso.
La atención y
dedicación a los nuevos conversos puede realizarse determinando que otro
hermano o hermana, sea su apoyo de oración y de trabajo misionero. Personalmente he sido compañero de oración en
un determinado horario con algún hermano.
Cada cierto tiempo, nos encontramos y conversamos sobre cómo ha sido su
vida y si ha habido un crecimiento en Cristo.
Esta conversación también puede hacerse por teléfono e incluso por mail
personalizado.
La segunda etapa
que está muy cercana a la primera está relacionada con la capacitación. Los nuevos creyentes tienen que ser
capacitados por lo menos en dos áreas.
La primera es la doctrinaria. Esta área es indispensable
porque formará al nuevo creyente en lo que será su filosofía de vida. Algunos quedan sólo en la primera etapa –de leche-
y se logra tener personas que son miembros de iglesia, pero que desconocen lo
que creemos. Sin embargo si gastamos
tiempo en fortalecer el curso bíblico inicial podremos con la ayuda divina
hacer que nuestra iglesia crezca no solo en nuevos miembros sino que estos
comprendan cabalmente la doctrina y el estilo de vida que profesamos.
La segunda es misional. Esta área también es muy
necesaria y se liga con la primera, porque es un deber, un mandamiento de Jesús
el compartir nuestra fe. Si capacitamos
en esta primera etapa a los conversos en los distintos ministerios podremos
tener iglesias vivas y autodependientes en cuanto al liderazgo. Esta es otra faceta que está en deuda, porque
las personas ingresan a la iglesia y llegan a escuchar lo que lideres que
llevan años enseñan. La idea es
formarlos para que se dé inicio
inmediatamente a un liderazgo espiritual entre los hermanos.
El discípulo crece
Necesariamente debemos
considerar una ruta adecuada para fortalecer el crecimiento del nuevo
discípulo. El ejemplo de la iglesia en
Corinto nos señala lo que sucedía con ellos en cuanto al poco crecimiento
espiritual. Su problema es que se habían
quedado con la primera intención y no habían fortalecido su compromiso total
con Dios (1Corintios 3:1). Al igual que
en la alimentación a una persona, un bebé no se alimenta como un niño y esta
último como un adulto. Es necesario
diferenciar las etapas y el tipo de alimento doctrinario a seguir. Los creyentes necesitan recibir alimento de
acuerdo a su etapa, si nos damos vuelta en los mismos temas y no profundizamos
jamás seremos discípulos calificados para enfrentar los desafíos de la vida
cristiana. Les sucedió a los propios
discípulos, ellos no fueron capaces de enfrentar desafíos difíciles hasta
cuando estuvieron preparados, y hablamos de los discípulos de Cristo, que más
para nosotros ahora.
Necesitamos establecer
en nuestras congregaciones un plan de discipulado que sea capaz de fortalecer
la vida cristiana de cada miembro y de prepararlos para el trabajo y la
actividad misionera.
Confrontados a una nueva verdad
Todo cristiano
sincero y honesto verá transformada su manera de ver la vida cuando se
encuentra con una nueva verdad para su vida.
Esto debe ser una experiencia no solo en la primera etapa sino que
siempre. Dios siempre está actuando en
la vida de sus hijos y conduciéndolos en el camino de la salvación; siempre nos
revela nuevas verdades para nuestro crecimiento.
Jesús señaló de
sí mismo como la verdad (Juan 14:6), por lo que todo el que se encuentra con Él
no puede continuar viviendo a la manera que antes lo hacía. Es imposible no hacer cambios, porque nos
confrontamos con una verdad que nos exige tomar una determinación. ¿Recuerda haber experimentado esto alguna vez
en su vida como hijo de Dios? Los nuevos
creyentes también son confrontados con verdades que hasta antes estaban
escondidas, por ejemplo el sábado. El
sábado es una verdad indiscutible, sin embargo millones de buenos cristianos no
se han confrontado con el mensaje adecuadamente, pero cuando esos nuevos
cristianos se enfrentan con esta u otra verdad, deben tomar una decisión.
Sembrar para cosechar
La iglesia tiene
el deber de cumplir la misión de Cristo. En este sentido debe sembrar para poder
cosechar. En este sentido no podemos
olvidar que quien hace la obra más difícil y complicada es el Espíritu Santo,
porque es Él quien convence de pecado y conduce al pecador a Cristo. También es quien nos ayuda en la formación de
nuevos líderes.
Lo que debemos
comprender es que la iglesia debe trabajar y sembrar; compartir su fe. Esto se hace a través de las distintas
estrategias tales como contactar nuevos nombres, dar estudios bíblicos e
involucrar a los estudiantes en los grupos pequeños. En la medida que exista una mayor cantidad de
interesados, la cosecha será más abundante.
Por ello es necesario que cada miembro -que es un ministro-, aporte en
la testificación con su don, para que sean muchos los nuevos discípulos que
serán fortalecidos con nuestro apoyo y por el poder divino, que es el
capacitador por excelencia.
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