miércoles, 27 de julio de 2011

Alabanza en Israel

Alabanza en Israel
Por Aarón A. Menares Pavez
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile

La historia de Israel tiene episodios maravillosos que no solo son documentos históricos sino también un accionar tierno y amante de Dios de una manera íntima y cercana. De ello da cuenta el libro de Deuteronomio. Este libro es un maravilloso texto escrito con dedicación y atención especial a la segunda generación de israelitas; a aquellos que ingresaron finalmente a Canaán. Una generación especial, porque no fueron los que salieron de Egipto.

Valía entonces recordar los cuidados y atenciones que Dios había otorgado en forma especial a su pueblo. Por ello en este cántico de alabanza y gratitud reconocen que “no hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza” (Deuteronomio 33:26). Esta es una descripción sobre la venida del Señor como Rey para auxiliar y ayudar a su pueblo, por lo tanto no hay que temer. Dios estaba en la nube y extendía su brazo para ir en protección, sustento y protección.

Esta sí es una razón para agradecer y alabar, ellos saben que Dios es protector, lo ha sido desde que salieron de Egipto, los ha conducido por en medio del desierto hasta la tierra prometida, por lo tanto merece la adoración.

No podemos olvidar que la manifestación divina alcanza a nosotros también, ¿cómo olvidar las grandezas de Dios para con nosotros sus hijos? Sin embargo, el hombre se olvida y piensa desde su opinión y plantea la vida, sin pensar que la vida sin Dios no es nada.

Esta es una realidad contemporánea, gran parte de los problemas que acontecen en nuestra sociedad se deben a ello. La mirada independiente ha propuesto otros parámetros, el problema es que esa independencia ha permeado al cristianismo trayendo consecuencias entre otras cosas como una adoración centrada en la realidad humana y no en las grandezas de Dios por sus hijos.

Israel adora agradeciendo; no hay Dios como Dios, Él no tiene comparación. Ha sido capaz de enfrentar a todos los dioses de los otros pueblos y ellos lo reconocen también. Quien reconozca a Jehová como Dios recibe su bendición y beneficio.

Dios es tu refugio
El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; el echó de delante de ti al enemigo, y dijo: Destruye” (v.27). Esta es una razón por la que Israel puede habitar confiado en la tierra que Dios le da, porque Jehová extiende ‘los brazos eternos’ para proteger y acoger como un padre tierno y amante.

En este sentido también hay aplicación para los cristianos de nuestros días, porque los que confían en Jehová hoy, pueden disfrutar al igual que Israel del brazo poderoso y cercano de Dios; un brazo protector y acogedor. Esto es motivo de adoración. ¿Cómo no vamos a agradecer a Dios por los cuidados y atenciones divinas en favor de sus hijos? ¿Acaso no es Dios quien provee todos los días? ¿No es Dios quien permite cada mañana abrir nuestros ojos para enfrentar ese día?

Por cierto, algunos no ven en Dios, sino en el azar y la vida natural una respuesta para todo esto. Este pensamiento es tan común que también puede permear a los cristianos y posiblemente muchos creyentes no dan razón a Dios sino a la naturaleza, la vida y la experiencia de cada día, distanciándose así de Dios y de la adoración que Él espera.

La comunión con Dios es de fe, y esa comunión provoca confianza. Sin embargo en la medida que fortalecemos esa fe y comunión, podremos también experimentar el brazo tierno pero fuerte de Dios que se goza en la felicidad de sus hijos. Aquellos que reconocen en Dios su benefactor y sustentador, lo alaban y glorifican porque muchas son las cosas hechas por Él para quienes lo honran y reconocen como su Dios.

Entonces cuando Dios sea real en nuestras vidas y experiencias, podremos vivir confiados en medio de un mundo lleno de convulsión y desastres. ¿No le parece que es la mejor estrategia para vivir en medio de nuestra realidad? ¿Cuántas personas no logran encontrar paz, a causa de sus propias decisiones?

¡Bienaventurado!
Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, y tú hollarás sobre sus alturas” (v.29). ¿De qué otra manera podría describirse mejor la alegría de Israel por tener un Dios que es escudo protector y espada de triunfo?

¿Cuándo fue la última vez que agradeció por las bondades divinas de cada día? ¿No le parece que una actitud de agradecimiento hará de usted un adorador? ¿No es acaso la adoración una cuestión vital en los hijos de Dios? ¿No es verdad que buscamos la verdadera adoración?

La promesa para Israel tiene que ver con un triunfo sobre los enemigos. ¿Enemigos? ¿Quiénes son? Pueden ser muchos, situaciones, circunstancias, incluso pecados ocultos. Todo ello puede ser sometido bajo la poderosa mano de Dios, el auxiliador, el Todopoderoso, el que extiende su mano para socorrer y atender tiernamente y de manera cercana a todo aquel que lo busca en oración y cree en Él.

Por último, el reconocer a Dios como nuestro sustento y protector; como quien sustenta nuestra vida y brinda su protección a cada instante; el que bendice con abundante y especial dedicación, hará la diferencia en el tipo de comunión que tengamos con Él. Entonces brindaremos una alabanza agradecida porque somos bienaventurados.

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