lunes, 2 de mayo de 2011

Elías y la elección de Eliseo
Por Aarón A. Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile

La historia de Elías pasa por distintos momentos emocionales. Por un lado está la euforia y la súper confianza en Dios, con una fe que es capaz de hacer descender fuego del cielo y por otro lado la depresión más hostil, incluso deseando morir. Sin embargo era el gran Elías, aquel hombre del que incluso a Jesús lo compararon (Mateo 16:14), Elías fue el tipo de referencia para describir a Juan el Bautista (Juan 1:21). En realidad Elías debe haber sido un gran hombre, diremos así, por considerarse su vida terrena, ya que la Biblia nos entrega el grato antecedente que Elías fue trasladado al cielo.

Elías bajo depresión
El profeta había enfrentado a Acab y Jezabel, junto a sus profetas. Cabe destacar que estamos hablando del pueblo de Israel, el pueblo de Dios. Allí se juntaron unos 850 profetas que servían a otros dioses -400 de Asera y 450 de Baal- (1Reyes 18:19,22), todo un desastre espiritual. El pueblo había sido conducido por su rey al desfalco y Satanás actuaba libremente. La prueba a la que confrontó el profeta al parecer a los paganos les pareció buena idea, eso nos puede ayudar a entender que las manifestaciones demoníacas eran frecuentes en medio de ellos. Sin embargo en esta prueba algo falló; porque no vino la respuesta de sus dioses y se vieron burlados por Elías y su Dios. Esta historia puede entregarnos elementos importantes sobre el tiempo en que vivimos, nuestro presente.

Satanás tiene poder, de ello habla Pablo y nos advierte en Efesios 6, que nuestra lucha, -dice él- no es con sangre ni carne, sino con poderes espirituales. Por lo tanto no es difícil que en nuestros días Satanás haga descender también fuego del cielo (Apocalipsis 13:13). Un aspecto muy importante es que la estrategia del engaño consiste en sincretizar la verdad con el error, es decir, mimetizar, unir, mezclar el cristianismo con lo pagano, de esa manera los cristianos creen estar honrando a Dios; sin embargo siguen el juego de la negativa influencia.

Podemos suponer que Elías salió fortalecido de esta prueba, airoso; eliminó a los profetas, fue un testimonio sobrenatural y una gran victoria para la verdad. Sin embargo lo desplomó el hecho que Jezabel deseaba su muerte. “Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh! Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate y come” (1Reyes 18:2-4). ¿Puede imaginar a un hombre de Dios en esa instancia? No tubo temor de enfrentar a los profetas, sin embargo cuando la reina lo amenazó de muerto, arrancó. Esto hace de Elías alguien como nosotros. Oscilamos entre la euforia y la pena, incluso si la situación es demasiado fuerte hasta caemos en depresión como lo fue este caso. Elías quiso morirse, sin embargo el relato nos menciona que un ángel vino a él, lo tocó y le dio comida (v.5). Esto hace denotar un especial trato de parte de Dios para con sus hijos. Sin embargo, cuarenta días más tarde se metió en una cueva a esconderse de su propia realidad.

Es muy común esconderse cuando estamos mal. Esta acción la podemos ver a diario en nuestros días. Uno de los problemas más grandes de nuestra desesperanzada sociedad tiene que ver con la depresión. Las frustraciones, la sensación de fracaso, la falta de trabajo, la insatisfacción del mismo, en fin una gran cantidad de cosas hacen que las personas sufran de este mal de nuestro tiempo.

Una de las cosas que más que gusta de esta historia es la cercana atención de parte de Dios para con Elías. Aunque el profeta cree estar solo, jamás lo está. Dios se ocupa de atender cada una de sus necesidades. Entonces mientras está en medio de la oscuridad, de la incomodidad de una cueva, donde animales de carroña pueden hacer su hogar, Dios en su misericordia lo llama, “qué haces aquí Elías” (1Reyes 19:9). Elías inmediatamente responde, conoce a Dios, es su amigo, ha interactuado por mucho tiempo con Él, por lo tanto sabe cuando le habla. Su respuesta no fue más que una excusa, en realidad su excusa era lógica, el sentido de pueblo para él era muy débil, porque la mayoría se había ido contra Jehová para ir en pos de los dioses paganos. La orden divina fue que saliera de la cueva para recibir un mensaje especial, entonces un viento “que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová”, el profeta advierte que el Señor no está allí, no era el viento lo que necesitaba en ese instante. Luego vino un “terremoto y fuego”, sin embargo tampoco Jehová estaba allí. Luego vino un silbo apacible, pacificador, esperanzador, vino como un bálsamo a la mente y corazón del profeta, fue como revitalizar todo su ser, porque allí sí estaba la presencia de Jehová, Elías tomó tu manto, cubrió su rostro y se puso a la salida de la cueva y nuevamente Dios le pregunta ¿Qué haces aquí Elías? (v.13).

Dios tenía planes con el profeta; planes maravillosos, por lo tanto tenía que salir de esa cueva. Bastó la presencia de Dios para que la desconfianza y penurias acabaran en el profeta. Entre los planes había que elegir un sucesor, un hombre entre los que se preparaban en la Escuela de los Profetas de Israel.

Un dato no menor y que está relacionado con las misericordias o bondades de Dios para con sus siervos, es la información que Dios le da a Elías que no todos se habían postrado ante los dioses paganos. Hubo 7000 “cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (v.18). Esto sí que es un aliciente para cualquier líder, un verdadero respaldo a su ministerio.

Su encuentro con Eliseo no debe haber sido casual, Eliseo pertenecía a una familia de fieles de aquellos que no adoraron a los dioses paganos, ese es un antecedente importante, Eliseo y su familia tienen que haber sido probados también a causa de la aberrante paganización a la que el pueblo de Dios se había entregado. Esta cualidad hace de Eliseo un líder íntegro e idóneo para conducir al pueblo de Dios espiritualmente.

Elías pone sobre Eliseo su manto e inmediatamente se da por llamado. Acá tenemos algunos antecedentes referentes al llamado y la misión. Considerando la misión como todo el programa de Dios para la humanidad y el llamado como la invitación de parte de Dios a ser parte en esa misión. Eliseo, aunque era un fiel hijo de Dios, también era un estudioso de las Escrituras, porque probablemente pertenecía a la Escuela de los Profetas. Elías pone el manto sobre Eliseo, como se da en la cultura del Oriente; los personajes sagrados como los sacerdotes son nombrados de esta manera, poniendo el manto en la persona indicada. Eliseo es llamado a cumplir este ministerio mientras trabajaba, es decir era un hombre de acción y servicio, virtudes indispensables en el ministerio, y ponemos el acento que no solo se circunscribe al ministerio formal, sino que todo el liderazgo que se ejerce en la iglesia local.

El manto y Eliseo
Eliseo dedicó su tiempo completo a seguir a Elías. Algo así como posteriormente fue Eliseo con Giezi (2Reyes 5) quien se vio tentado por la recompensa de Naaman. Los alumnos de la Escuela de los Profetas conocían los planes de Dios referentes al traslado de Elías al cielo. Podemos suponer que era la esperanza de una profecía que se cumpliría en sus días. Dios llevaría al cielo al profeta; recibiría la recompensa con anticipación.

Todo el recorrido de Elías es seguido con insistencia por su siervo. “Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré”, esta fue la actitud de Eliseo durante la visita a las tres Escuelas de Profetas, Bethel, Jericó y Jordán (2 Reyes2: 2, 4, 6). Acá se puede ver la dedicación de Eliseo. Este es un tremendo ejemplo para cada uno de los misioneros modernos. Todo trabajo obtiene un mayor y mejor éxito en la medida que exista dedicación y constancia. Eliseo está colocando en su misión toda dedicación y constancia; no quiere que su señor vaya al cielo sin estar presente. Es un acontecimiento demasiado importante como para dejar pasar y Eliseo lo sabe, hay cosas que merecen nuestra atención y no podemos dejar pasar.

El viaje los conduce hasta pasar el Jordán, un milagro sorprendente acontece. Un milagro que es idéntico al que vivieron los israelitas al entrar a la tierra prometida, el río se divide en dos, nuevamente el manto cobra un valor especial como símbolo del poder de Dios. No podemos pensar que el manto en sí era el poderoso, porque ello no tendría apoyo bíblico, sin embargo fue el elemento ilustrativo con el que Dios permitió que Eliseo y Elías vieran la obra divina. Eran los últimos momentos del profeta con su siervo, podemos entender que había nerviosismo en ambos. Elías ascendería al cielo, en pocas horas estaría con su Señor y con el ángel que había sustentado sus necesidades. ¡Qué emoción! Dios cumpliría y satisfaría su esperanza.

Qué momento, similar al nuestro. Jesús pronto vendrá para llevarnos a casa. Vendrá para entregarnos la recompensa que Él ganó en la cruz. Al igual que Elías y Eliseo que veían como Dios actuaba, hoy podemos vislumbrar que las piezas del rompecabezas comienzan a unirse y cobra cada vez más sentido que la promesa pronto se cumplirá. Al igual que Elías, pronto iremos al cielo y conoceremos a Jesús y a nuestro ángel, aquel que ha estado con nosotros en cada momento en los hermosos, pero también en los lacónicos y tristes, en los momentos de depresión incluso. Pronto su promesa se cumplirá e iremos a casa.

La Biblia describe que un carro de fuego apareció y Elías subió a él. Eliseo solicitó una doble porción del poder de Elías y esta fue una realidad después de ver al profeta que ascendía al cielo (2Reyes 2: 10,11).

Dios reconoció a Eliseo como su profeta. El ahora profeta, toma el manto y golpea las aguas del río y vuelven a dividirse, ¡maravilloso! El ministerio de Eliseo fue próspero, reconocido como un varón santo de Dios (1Reyes 4:9).

En conclusión, la historia de Elías y Eliseo es un claro ejemplo para lo que hay por hacer en nuestros días. La vida de testimonio conduce a conversiones. Hoy necesitamos muchas conversiones. El poder está a disposición, el poder es el de Dios y Él puede y desea capacitar a quien lo busca con sinceridad de corazón. El único requisito es la disposición a servir y ser usado por el poder del Espíritu Santo.





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