lunes, 11 de abril de 2011

Antes de la entrada del pecado
Por Aarón A. Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile

Todo lo bueno que podamos imaginar, queda remitido a un pálido reflejo de lo real. Parece incluso ilusión romántica, debido a la falta de comprensión al respecto, puntualmente nos referimos al bien y la pureza original. Por esta razón es que difícilmente vamos a comprender de una manera completa la naturaleza espiritual de Adán y Eva bajo la lupa de nuestra pecaminosa naturaleza.

La Biblia en tanto se ocupa de entregarnos la información necesaria para comprender ese estado de perfección y al que esperamos retornar cuando Cristo regrese. El informe que tenemos es que Adán y Eva se relacionaban en intimidad con Dios. Dicha intimidad no se limitaba a la nuestra, que está condicionada a la oración y estudio de la Biblia. Ellos mantenían un canal abierto con Dios. Podían hablar con él y con los ángeles, llegando a ser, por tanto un verdadero privilegio.

Por su parte, Elena White entrega una enorme cantidad de información que nos ayudan a complementar y hacernos una idea más cercana a lo que aconteció en Edén antes del pecado. Ella señala que el hombre –por supuesto hablamos de Adán y Eva-, fue creado a imagen y semejanza de Dios, un privilegio tremendo, porque sólo Cristo es la imagen perfecta del Padre (Hebreos 1:3). También señala que fue puesto como representante de Dios sobre los órdenes de los seres inferiores, quienes aunque no pueden comprender ni reconocer la soberanía de Dios; fueron creados con capacidad de amar y de servir al hombre (Patriarcas y Profetas, 25).

“Su naturaleza estaba en armonía con la voluntad de Dios. Su mente era capaz de comprender las cosas divinas. Sus afectos eran puros, sus apetitos y pasiones estaban bajo el dominio de la razón. Era santo y se sentía feliz de llevar la imagen de Dios y de mantenerse en perfecta obediencia a la voluntad del Padre” (Ibid, 24,25).

También había perfección física, era de elevada estatura y perfecta simetría. Su rostro era hermoso y saludable (Ibid, 25).

Ropaje de luz
Se ha hecho bastante caricatura con Adán y Eva desnudos en el paraíso, son numerosos los cuadros sobre ellos en un estado idílico; algunos desnudos y otros con una suave ropa que cubre su intimidad. Sin embargo la Biblia señala que un halo de luz los protegía, por lo que no me atrevería a imaginar que andaban desnudos por todos lados. La luz que los cubría era nada más y nada menos que la gloria de Dios, la misma que acompañó a Israel en medio del desierto y que les señalaba el momento de avanzar en su trayectoria. De esa gloria dice Pablo que fuimos destituidos (Romanos 3:23). Por lo tanto debemos asumir que la gloria de Dios o su presencia mantenía en una protección de paz, armonía y regocijo santo a la primera pareja. Esto sin mencionar toda la maravillosa perfección en el ambiente del Edén. No habían espinas, frío, calor o frío excesivo, lugares peligrosos, nada de ello; todo era perfección, armonía gozo y paz.

Así es que ni siquiera la desnudez de Adán y Eva, -aunque en lo físico es lo mismo que ahora-, era algo distinto a lo que suponemos como desnudez; más tiene que ver con ese estado de santidad y pureza que caracteriza a los seres santos. La gloria de Dios les protegía y se mantenía presente en ellos; los ángeles también poseen el mismo ropaje de santidad y perfección.

Acá podemos hacer una aplicación contextualizada, porque a pesar del pecado, Dios ha prometido estar cercano a sus hijos, por lo tanto esta promesa debe hacer eco en el tipo de relación que tengamos con él. Es verdad que no somos como Adán y Eva, sin embargo, el hecho que Jesús haya muerto y resucitado, adquirió el derecho para dar la salvación a quienes le acepten como su Señor. Por esa razón es que a través de esa comunión de intimidad con Dios, podemos buscar su gloria. ¿Aún con una naturaleza pecaminosa? Sí, efectivamente sí. ¿Recuerda a Moisés, quien una vez pidió a Dios ver su gloria?, bueno efectivamente Dios le mostró su gloria. La historia es sorprendente y altamente ilustrativa para nosotros ahora. Dios accede ante el insistente pedido de Moisés, sin embargo le dice que con su mano lo pondrá en medio de la peña en un lugar que Él mismo acomodará y entonces podrá ver su gloria (Exodo 33:18). ¿Se da cuenta de todas las figuras en esa historia? La peña o la roca es Cristo (1Corintios 10:4), quien fue quebrantado para que podamos ver su gloria. Eso es altamente satisfactorio para quienes estamos limitados por el pecado. Es decir, aún con esa limitación Dios establece un mecanismo para que experimentemos su presencia y su gloria, más adelante me voy a referir al respecto.

El quiebre
Desafortunadamente los resultados que tenemos ahora se relacionan con el mal; destrucción, miseria y tantas otras cosas de las que hemos perdido incluso el asombro. Todo esto es el triste resultado de la negativa determinación de quienes fueran nuestros primeros padres: Adán y Eva. De pronto apareció la serpiente con un nuevo ‘don’, hablar. Eva sabía que los únicos en todo el jardín en hablar eran ella y su esposo, por lo que debe haber sido muy llamativo establecer contacto o comunicación con la serpiente. No puedo dejar de hacer aplicaciones a la vida diaria. El hecho es que Satanás continúa con la misma estrategia y son muchos quienes se ven ‘atraídos’ a establecer comunicación con él. En estrategia, Satanás no ha cambiado mucho, continúa de la misma manera, atentando contra los sentidos, sentimientos y pasiones del ser humano, por favor considere estos tres aspectos por los que somete a los hijos de Dios. Valdría la pena mantenernos centrados en la Peña bajo la protección divina y así estar protegidos ante los embates de la serpiente.

Eva comió del fruto y le llevó a Adán quien finalmente comió. Es verdad que la decisión de Adán en comer del fruto estaba llena de amor, sin embargo cometió uno de los errores que generalmente cometemos todos. Buscó una solución humana. En nuestros días es más que común la búsqueda de soluciones humanas, así los resultados no distan mucho de los resultados de Adán y Eva. El pecado consistió en desconfiar de la Palabra de Dios y en desobedecer. ¿Qué es primero? Por supuesto que desconfiar de Dios, cada vez que lo hacemos nos involucramos en el primer pecado.

¿Qué pasó con Adán y Eva? Es difícil detallar lo que puede haber acontecido con ellos. Sin embargo, la descripción dada tanto en la Biblia como el Espíritu de Profecía da cuenta de algunos fenómenos tanto físicos como espirituales. En lo físico está la manera sobre cómo sería la sobrevivencia entre otras más; en lo espiritual está la muerte. En lo físico, suponemos que sintieron frío, un frío especial, la gloria de Dios ya no estaba, por lo tanto ese frío extraño no sólo era sinónimo de algo físico sino también de una fría relación con Dios. En lo espiritual apareció la separación natural del hombre con Dios.

Túnica de pieles
Una de las cosas que hacen de nuestro Dios especial –no hay otro- es que siempre está buscando de manera incesante a cada uno de sus hijos. Adán y Eva, los primeros habitantes de la tierra y responsables de la misma, ahora estaban en la miseria más grande. Se escondieron, un acto que en los niños es muy común, pero en los adultos también. Tendemos a esconder nuestra verdadera manera de ser. Tenemos excusas irrisorias para justificar lo injustificable, existe deshonestidad para con los otros. No siempre existe la autocrítica para una búsqueda de un Salvador que esté dispuesto y disponible a cubrir nuestra desnudez. Es más, nuestra naturaleza pecaminosa impide que podamos buscarlo. Por esta razón es Dios quien busca de manera incansable a sus hijos. Así quedó demostrado en Edén, fue Dios quien los buscó; ellos se habían escondido. Esconderse es muy común, tendemos a ello. Pero, Dios busca, incansable e insistentemente.

Adán y Eva en su oscuro momento buscaron una humana solución. En este caso se hicieron ropa con hojas de higuera, sin embargo cuando se enfrentaron a Jehová comprendieron que no les sirvió. Esa ropa representa la justicia humana; justicia que es autoredentora. Nada de lo que el hombre pueda hacer para solucionar el problema del pecado tiene trascendencia, las obras humanas son imperfectas y no se pueden acreditar para obtener salvación. Por esto es que la ropa que ellos confeccionaron no les sirvió, no los capacitó para enfrentarse con Dios; había algo que les impedía la comunión y cercanía con Dios. Ese algo era el pecado, que separa, degrada, corrompe y mata.

En la divina búsqueda incesante; Dios otorga soluciones. La solución fue confeccionarles túnicas de animales. Para nosotros hoy, que muera un animal es algo común. Deben ser millones de animales que mueren diariamente en todo el mundo, pero en Edén y en el Universo, nadie había muerto alguna vez hasta ese momento. En ese contexto dos corderos mueren como un símbolo de la obra que Cristo haría en la cruz. Entonces con sus pieles, Dios les hizo túnicas con las que fueron capacitados para estar ante la presencia de Dios.

Esta vestidura, por el contrario de la anterior, representa la justicia que viene por la fe. La justicia de Cristo que permite el perdón y la salvación para todo aquel que en Él crea. La sangre derramada fue un símbolo de la sangre vertida en la cruz, por esto dice el salmista: “La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmos 85:10). Eso asigna al nuevo ropaje un significado especial y único e irremplazable.

Entonces, si su gloria está disponible para quienes aceptan a Jesús como su Salvador, por lo tanto tienen la certeza de disfrutar ya de un ropaje que Juan denomina como ropa blanca y que cuya virtud es gracias a la sangre del Cordero (Apocalipsis 7:9).





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