lunes, 3 de mayo de 2010

¿Sanidades?

Por Aarón Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile
http://aaronmenares.blogspot.com/

Al parecer, la vorágine del día a día, cada vez nos hace esclavos del tiempo y del trabajo. El estrés, la depresión y la angustia son las dolencias más comunes a enfrentar. En Chile, luego de la gran catástrofe vivida el 27 de febrero de 2010, las personas viven como consecuencia un estrés y depresión post terremoto.

Posiblemente este tipo de enfermedades no son nuevas, sin embargo hoy por hoy son más comunes y se caracterizan por identificar nuestra sociedad. Son muchos los elementos que condicionan esta realidad, por ejemplo el alto endeudamiento provoca un sometimiento y un tipo de esclavitud económica, en un joven la decepción amorosa o bien la desorientación vocacional y la presión social. Por otro lado las exigencias son cada vez más altas y la competencia profesional en muchos casos es tan fuerte, que provoca infelicidad.

Una descripción de la feroz competencia en todas las áreas puede identificarnos como enfermos y necesitados de una solución. Los sicólogos trabajan aportando sistemáticamente a la salud mental de las personas, pero de acuerdo a las estadísticas al aumento de pacientes aumenta vertiginosamente.

Relación mente cuerpo
Es verdad, existe una relación entre la mente y el cuerpo o como decía un título de una conferencia, ‘somos lo que pensamos’. He conocido personas que con una linda actitud y una disposición positiva, han enfrentado dignamente una cruda enfermedad, incluso algunos se han sanado. La actitud positiva produce endorfinas que ayudan al sistema inmunológico. Los griegos creían que una mente sana traía un cuerpo sano. Eso es cierto, por lo tanto será trascendental la manera de cómo enfrentemos las crisis que normalmente debemos soportar.

La crisis en una buena manera para encontrar soluciones. Sobre ello hoy se habla de la resiliencia, es decir la búsqueda de estrategias para encontrar soluciones o la capacidad de levantarse y revertir las circunstancias, esta es una buena manera de enfrentar los desafíos.

En los días de Jesús es posible que muchos hayan padecido enfermedades similares, por esta razón es que en sus sanidades también logró revertir no solo el problema físico, sino que también levantar la dignidad humana.

El toque, el milagro
Uno de los milagros de Cristo que más me sorprenden es el de aquella mujer que padecía flujo de sangre por doce años (Mt 9:18-22). Acá existen algunos elementos que será muy bueno identificar y analizar. En primer lugar, la mujer debía convivir con el prejuicio sobre su género. Para la sociedad, la mujer era un personaje de segunda categoría, algo así como un equívoco divino, una señal de imperfección. Este estigma social que hoy nos parece inconsistente y nefasto, era parte de la cultura que imperaba y por supuesto que era una práctica ‘bien vista’. Por lo tanto esta mujer, ya debía enfrentar esta primera valla social que impedía su felicidad.

En segundo lugar era enferma. La enfermedad era un símbolo de pecado, los pecadores merecían la enfermedad. Era una indiscutida consecuencia de sus propios pecados o bien los pecados de los antepasados (Jn 9:2). Ser enfermo era llevar la maldición en el cuerpo, y como si fuera poco, el desprecio divino y social. Por ejemplo, los leprosos eran malditos y separados. Esta era una práctica que se establece como una ley del tipo salud pública, pero que tenía una representación espiritual, sin embargo ya en los tiempos de Jesús primaba más el desprecio y el prejuicio por sobre la realidad de la situación. Los leprosos eran despedidos y separados de sus familias hasta que si ocurriera, fuesen sanos.

La mujer enferma con el flujo padece un estigma similar al de los leprosos, también era considerada inmunda por el tipo de enfermedad que padecía (Lv 15:25-33). No pudo controlar la enfermedad, no tuvo sanidad, la buscó durante doce años, invirtió mucho dinero y sin embargo tuvo que soportar su realidad, al parecer sola.

Por cierto, la soledad también constituye otro agravante a su condición y ello nos presenta un cuadro realmente sorprendente sobre la gran necesidad de salud que debía soportar. Acá establecemos un nexo con la mente. Es más que seguro que la mujer vivía con una depresión permanente y una desesperanza que le impedía ver una solución a su problema. Aunque existe una relación entre la mente y el cuerpo, en ningún caso la sanidad viene sólo a causa de una actitud mental positiva, se necesita un poder sobrenatural externo al ser humano.

La mujer vio en Jesús su esperanza y solución. En primer lugar tomó la determinación de buscarlo e ir donde Él. Esta es una acción necesaria. La actitud de búsqueda es necesaria para encontrar respuestas y soluciones, la solución siempre viene después de una búsqueda donde encontramos respuestas a una realidad desventajosa. Piense en todo lo que representó para la mujer el desafío de enfrentar la gente, la muchedumbre que le impedía acercarse al Señor. Pero para ella no fue un impedimento, fue donde Jesús y encontró la sanidad tanto física, como la espiritual y la sicológica.

Jesús tiene poder
Una de las cosas que más debe notarse en nuestra relación de confianza y dependencia con Dios, está en comprender que el poder de Jesús está disponible para todo penitente y aquejado ser humano. La virtud está en Él, por esto es que Jesús se detuvo y describió lo que había acontecido en el más profundo anonimato, el Señor deja muy claro que el poder es de Él. Tomar la determinación de la mujer enferma, es una determinación necesaria para recibir la bondad divina. Hoy su poder está disponible e intacto para que sus hijos testifiquen de cuan grandes cosas puede hacer en favor de los que lo buscan.

Al finalizar, quiero compartir una de mis citas favoritas, que en gran medida responde nuestras necesidades. Jesús “está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Estás tentado? Te librará. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te iluminará. ¿Estás herido? Te curará… Cualesquiera que sean tus angustias y pruebas, exponlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo. Se te despejará el camino para que puedas librarte de todo enredo y aprieto. Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda. Cuanto más pesadas sean tus cargas, más dulce y benéfico será tu descanso al echarlas sobre Aquel que se ofrece a llevarlas por ti”. (Elena de White, Ministerio de Curación, 47,48)

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