martes, 27 de abril de 2010

Nuestro hogar

Por Aarón Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile
http://aaronmenares.blogspot.com/

Hace ya varios años, escuché a un gran teólogo adventista presentar una apocalíptica visión sobre la realidad que envuelve al planeta. Por esos años los líderes de todo el mundo se reunieron en Rio de Janeiro, en 1992, para discutir sobre la relevancia del cuidado del medio ambiente. La preocupación venía ya de muchos años antes, sin embargo una especie de bipolaridad sobre el tema no permite avanzar adecuadamente a una solución que por lo menos entregue cierta tranquilidad sobre el futuro del planeta.

No olvido que concluyó con las palabras de Juan en Apocalipsis 11:18: “Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra”. Créame que lo sentí muy acertado en aquel entonces, porque de acuerdo a las proyecciones que esa cumbre había concluido, en la posición que el mundo estaba, los líderes de todo el planeta debían realizar una serie de cambios en la administración y organización. Por lo que podemos observar mucho de ello no ha acontecido y las palabras de Apocalipsis se mantienen.

Hace un par de años, leí un artículo en Terra España, escrito en el año 1970 donde se advertía que el problema del calentamiento global traería consecuencias desastrosas en la humanidad. También el autor señalaba que sería muy difícil revertir el problema. Hoy luego de cuarenta años, la realidad no es muy alentadora. El planeta vive una crisis global producto de ese proceso que no es natural, sino que ha sido provocado por la mala intervención del hombre.

¿Cuál es la responsabilidad del cristiano hacia el medio ambiente?
La verdad es que personalmente no me gusta mucho el término ‘ecología’, por su relación con organizaciones medioambientales que si bien es cierto buscan soluciones para preservar el planeta, lo hacen bajo una filosofía evolucionista y humanista, y en la mayoría de ellas con una clara visión panteísta. Sin embargo, los conceptos de la ecología bien pueden ser considerados desde el punto de vista cristiano. La ecología estudia la interrelación entre los organismos vegetales y animales que viven en un ambiente particular y de sus adaptaciones mutuas. Los cristianos creemos en el equilibrio medioambiental, pero no como una necesidad de preservar un todo que lo sostiene todo, sino porque es nuestra responsabilidad como mayordomos que Dios entregó a Adán antes del ingreso del pecado, y que nos compete también hoy. Según el Consejo Latinoamericano de Iglesias en formación (1978), las iglesias y los cristianos tenemos la responsabilidad de denunciar atentados contra el medio ambiente como un resguardo del hogar que Dios nos dio.

He recorrido distintos parajes de Sudamérica, tanto en Chile, con su vasta y diversa geografía, pasando por un desierto seco, pero lleno de belleza natural, a un sur espléndido que extasía la mirada por su belleza, el verde tranquilizador de la pampa argentina, o los colores de las montañas en el norte de ese lindo país. También las montañas de Perú y ese verdeo desértico luego de la lluvia. En estos paisajes y por supuesto en todo el mundo podríamos admirar la maravilla de hogar que todavía nos queda, pienso en cómo debe haber sido el mundo cuando salió de las manos del creador. Incluso sobre los colores, tonalidades inimaginables, el aroma de los árboles, todo perfecto y exacto.

Pienso en lo grato que debe haber sido para Adán y Eva estar en un ambiente que fue creado sólo para su deleite. ¡Definitivamente maravilloso! Sin embargo, al poner Dios al hombre como mayordomo de la tierra, no renunció a su señorío sobre la creación. Muy por el contrario, al conferir al hombre la responsabilidad de la administración, lo estaba convirtiendo en un colaborador de Dios.

La entrada del pecado trajo como resultado complicaciones también al medio ambiente. Estas complicaciones fueron inevitables, tanto en la vida física como en toda la creación. Los animales se vieron afectados, porque fueron los primeros en morir, ya cuando Adán y Eva pecaron, dos inocentes corderos tuvieron que dar su vida para cubrir la desnudez de ellos (Gn 3:21). Por supuesto que la naturaleza toda se afectó con el pecado. Entonces la relación del hombre con el medio ambiente se afectó.

Dios dueño de todo
La Biblia declara enfáticamente que todo pertenece a Dios, incluso nuestras vidas. Allí habrá que dar una mirada interna y tomar determinaciones que conduzcan a realizar ciertos cambios en los estilos de vida. Eso en lo personal, porque si cuidamos de nuestro cuerpo, también cuidamos de lo que Dios creó: nosotros. También nuestra mirada hacia el medio ambiente debería tener una orientación distinta. Pablo señala “porque del Señor es la tierra y su plenitud” (1Co 10:26), lo que nos hace responsables sobre lo que acontezca en la tierra del Señor. Ya David lo había señalado (Sal 24:1), presentando un documento fantástico sobre la soberanía divina y el verdadero lugar que ocupa la creación ante su Señor.

En este sentido no podemos obviar la arremetida diabólica de entronizar al hombre y su pensamiento por sobre la soberanía divina –“seréis como Dios” (Gn 3:5). Sin embargo esta acción ha sido la que ha pervertido el sentido y en una búsqueda de soluciones y comodidades tenemos un planeta que está subyugado a su propio destino. Existe una lucha social y económica por los productos industriales enriquecidos con hormonas o mejor dicho los alimentos transgénicos, que en algunas latitudes son un verdadero semillero de discusión, sin embargo pareciera y como bien aludiera Evo Morales, los grandes conglomerados económicos no escatiman en nada con tal de conseguir un buen negocio. De paso, mucho de lo que Morales señaló en un discurso a su pueblo, sería interesante que se probara lo contrario por los científicos, sobre los verdaderos efectos de los alimentos llenos de hormonas y los transgénicos. De hecho hace algunos años en Argentina la comunidad científica discutía sobre cierto producto hecho a base de soya transgénica y sus efectos en los niños.

Adoración
La adoración tiene eco en nuestra reflexión. La creación concluyó en un glorioso sábado. Fueron invitados a participar de esa adoración, los primeros seres humanos de la tierra. El sábado como día de reposo pone en nuestra mirada el hecho que Dios es el Hacedor de todas las cosas, que es el sustentador de todo. Que incluso con varios miles de años de pecado, aún sostiene el planeta.

Por supuesto que la idea diabólica rondará con mucha fuerza en la mente de muchos. Las razones están a la vista, la búsqueda de Satanás siempre ha sido la misma: la adoración. En este sentido La adoración del sábado conduce nuestro pensamiento y mente hacia quien es el creador y no hacia lo creado. El ecosistema cumple una función importante, porque Dios lo hizo así y no porque conformen un todo y en el que participamos los humanos. Tanto el medio ambiente como nosotros dependemos de un mismo Dios, el Creador y sustentador.

Quiero concluir con las palabras de Apocalipsis. Jesús pronto regresará, lo hará para llevarnos al cielo y luego de mil años restaurar nuestro hogar. Antes de eso, destruirá a los que destruyeron la tierra. Nuestro planeta está en su peor crisis. Personalmente no creo en soluciones humanas, sin embargo como cristiano debo cuidar el medio ambiente, no porque éste sea un ser superior, sino porque el Ser Superior quiere que lo haga, sin embargo el destino del planeta está sobre la mesa y lo conocemos.

La humanidad ha concluido bien sobre los próximos años. El calentamiento global es una realidad, hoy vemos grandes calamidades en todo el planeta, la mayoría son muy destructivas, todo esto es resultado de la mala mayordomía del hombre. Pero, la gran noticia no está en los acuerdos políticos para bajar las emisiones de co2, o de la búsqueda de un mejor combustible que no contamine. La gran noticia es que Jesús ya viene y con Él la única solución que puede optar la humanidad.

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