martes, 22 de junio de 2010

El relacionamiento y la manifestación divina

Por Aarón Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile
http://aaronmenares.blogspot.com/

Recuerdo hace algún tiempo haber visto la película “El naufrago” protagonizada por Tom Hanks, la historia relataba la vida de un hombre que servía para una empresa de correos y que mientras llevaba un importante cargamento en un avión, éste cae en una isla desierta siendo él el único sobreviviente. El tiempo parece detenerse, pero en realidad avanzó considerablemente, tanto así que fue declarado muerto, por lo que las personas, -incluida su mujer- iniciaron nuevas vidas. Las personas no pueden de ninguna manera vivir solas. La historia relata su aventura en soledad que definitivamente marcó su vida presente, -un muy largo presente- y su futuro, en realidad hay todo un mensaje sobre la soledad y la manera en que el hombre busca salir de ella. Finalmente el protagonista regresa a ‘retomar’ lo poco y nada que quedaba de su vida. El asunto en cuestión acá es que los seres humanos no podemos vivir solos. Nos necesitamos para ser felices. Necesitamos de otros para que, por ejemplo si alguien pinta, pueda admirar ese arte. Necesitamos de otros para convivir, para vivir, para la vida.

La mujer
Cuando Dios creó a Adán, y a pesar que éste era perfecto, por alguna razón que sólo está en la mente divina, Adán sólo experimentó la plena felicidad una vez que se encontró con Eva. Adán no era el único ser creado, sin embargo era el único en su especie y por lo tanto no podía convivir de igual a igual con nadie más que como fue finalmente con Eva. Adán no solo encontró su ‘otro yo’ en Eva, sino que también pudo satisfacer su necesidad gregaria (Génesis 2:21).

La pregunta que podemos hacer es ¿por qué Dios estableció esta necesidad en el hombre? Con seguridad es debido a su inmenso amor y porque Él es una sociedad de tres personas, por lo que algo de ello compartió con nosotros. El hecho que Dios sean tres personas y estas tres personas una, nos da una idea de la plenitud de amor y felicidad en Él. Esto es parte de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27). Por lo tanto no podemos pensar que seremos felices alguna vez sin otros.

Relaciones humanas
Hay un tema demasiado importante en nuestra sociedad, la familia y por supuesto en nuestra iglesia. Las relaciones humanas ¿son importantes? Hoy existe una tendencia a creer que da lo mismo lo que otros piensen de nosotros, eso en algún sentido puede tener algún valor, por ejemplo en lo que respecta a nuestra defensa de la fe, sin embargo aquello está enmarcado en un contexto puntual. Entonces ¿son importantes las relaciones humanas? Sí, y mucho. Por esta razón es que debemos cuidar nuestro hablar y actuar. Es más que probable que Satanás hace muchos esfuerzos para destruir relaciones en la vida familiar y por supuesto en la iglesia; sabe que con ello tiene un altísimo porcentaje de ventaja y victoria.



Satanás estropeó las relaciones humanas en el cielo y en la tierra
Satanás lo hizo ya en el cielo. No olvide que en el cielo había armonía perfecta, hasta que Lucifer la estropeó. Este accionar lo vemos en la introducción del pecado y en la vida de Israel incluso. Adán y Eva fueron creados en plena armonía; hasta que el pecado la quebrantó. Una de las más grandes estrategias satánicas es romper la armonía. Lo más probable es que en la familia o la iglesia armoniosa, él está tramando algo para quebrantarla. La estrategia es establecer un tema que denigre a otro, por ejemplo, Satanás habló mal de Dios. Señaló que era injusto y que sus requerimientos eran imposibles de alcanzar, de paso, este argumento es una realidad para muchas personas, están convencidas que lo que pide Dios es tan utópico que hay que ‘contextualizar’ sus indicaciones a la realidad que nos toca. Satanás argumentó negativamente de Dios y note que la tercera parte de los ángeles le creyó. Este es un potente argumento para cualquier libre pensador moderno que defiende las ‘libertades’ de las personas. Hoy vivimos en la era de las verdades de ‘las mayorías’, aunque estas discrepen incluso con lo natural, por supuesto que los conceptos bíblicos tienen que ser adaptados, argumentan. En este aspecto permítame señalar dos puntos. El primero- lo voy a señalar con cuidado para que nadie se ofenda-, y que tiene que ver con las libertades de las minorías sexuales. Cuando la Biblia establece un patrón de conducta, es inalterable. Pero, la sociedad ha establecido un nuevo patrón a seguir y que por lo visto hasta tiene consenso en algunas agrupaciones religiosas. Lo segundo y que tiene que ver con ética situacional es la sugerencia a justificar un ilícito a causa de una necesidad. Por ejemplo en Chile, luego del terremoto del 27 de febrero de 2010, muchas personas salieron a ‘tomar’ de los supermercados lo ‘necesario’ para vivir. La discusión que se generó, incluso en los medios de comunicación, es que los que ‘tomaron’ para la subsistencia hacían lo correcto, pero los que tomaron por otros motivos eran ladrones. Bien, y aunque al parecer nos alejamos de nuestro tema, quería ilustrar el destino que conlleva al ser humano cuando la confusión toma lugar. Ésta es la estrategia satánica para alejarnos del propósito divino.

Moisés e Israel
Moisés lideró a un pueblo convulsionado, habían nacido y crecido en Egipto, por lo que era demasiado difícil que la visión de ellos fuera distinta a la de un egipcio. Moisés se vio en la difícil tarea de conducirlos a pesar de esta realidad, pero no fueron pocas las veces que el relacionamiento de ellos trajo negativas consecuencias en medio del pueblo. Fue tanta la insistencia y la falta de dependencia de Dios que ésta actitud fue la que hizo que una gran parte de ellos fuera aniquilada y otros condenados a no entrar en la tierra prometida (Números 14:29; Deuteronomio 1:35). Las relaciones humanas son necesarias. Una nación que no tiene buenas relaciones humanas en su población o con sus vecinos está condenada a no crecer. La unidad de propósito nos entrega una fuerza que va más allá de la fuerza individual. Esto es conocido como la sinergia cuando un grupo de personas se une, puede lograr objetivos grandes; mucho más que lo que lograrían si lo hicieran solos. Este mismo principio se aplica a las empresas y organizaciones sociales. El caso de Israel era muy especial y en ocasiones pienso que como participantes de la iglesia cometemos los mismos errores. Israel pecó de vanidad y egocentrismo. Moisés era el líder escogido por Dios, pero el pueblo no lo reconoció porque no hacía lo que ellos querían. Esta es una situación difícil, créame. Es difícil estar de acuerdo, pero como iglesia hay que hacer el intento para estar de acuerdo, siempre y cuando no se pase a llevar un valor o principio bíblico.

He comprobado que mientras más problemas de relaciones humanas hay en una congregación es menos el crecimiento interno y la evangelización nula. Es más, los que llegan a la iglesia se van porque no encuentran un ambiente esperado. ¿No cree que tengamos una gran responsabilidad?

¿Cómo tener buenas relaciones humanas?
Alguno podría señalar que algo hay que hacer. Es posible, sin embargo la Biblia presenta las instancias para solucionar los problemas de relaciones humanas y están en Mateo 18. Allí el Señor señala que los problemas hay que conversarlo en lo privado con las personas, si aun así no hay solución, hay que llevar un testigo y la última etapa es presentarlo a la iglesia, lo más probable es que antes de llevar un testigo el problema se solucione. Generalmente hacemos todo lo contrario, nuestro problema es que cuando tenemos problemas con otros, son todos los demás que están al tanto del asunto y la persona en cuestión no lo sabe. En una ocasión un hermano se acercó a mí como pastor, para acusar a una hermana. El argumento era que la había visto salir de un lugar -según él dudoso-, en un horario de madrugada. Entonces me dijo que había que censurarla por ello. Me quedé en silencio por un momento y le pregunté si ya había conversado el tema con ella, -a lo que por supuesto me dijo que no-. Entonces le dije que no tenía razón ni causa que me lo dijera a mí, si él antes no lo había hablado con ella. Tiempo después se acercó el mismo hermano y me dijo que había hablado con la hermana y que se dio cuenta que había una explicación lógica. El problema se solucionó.

Es mucho más fácil hablar mal de las personas y eso incluye a los líderes. Por supuesto quien está en una posición de liderazgo que no espere la ausencia de críticas. Los seres humanos somos dados a criticar. Está en la esencia de nuestra naturaleza pecaminosa. En lo práctico los mejores resultados vienen tras conversar con la persona y no dejarse llevar por los comentarios, porque lo más seguro es que los problemas deben tratarse adecuadamente con los involucrados y tenga la seguridad que todo saldrá mejor, por dos razones. En primer lugar porque es el método establecido por Dios -Mateo 18- y en segundo lugar porque le dará a usted una confiabilidad que se hace necesaria tanto en la familia como en la iglesia.

¿Qué dijo Jesús al respecto?
En la oración intercesora registrada en Juan 17, Jesús establece una base para el crecimiento espiritual y de la iglesia. La iglesia depende de Dios, porque es una entidad divina humana. Divina porque depende de Dios y humana porque los que participamos somos nosotros –humanos-. “Porque las palabras que me diste, les ha dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste” (Juan 17: 8). Jesús establece una cercanía con el Padre a partir del testimonio que Él da del Padre. Jesús vino a darnos a conocer al Padre (Juan 1:18), siendo este un objetivo en su ministerio. Esto nos señala que había unidad en Él para con el Padre, una unión de propósito necesaria para que el plan de salvación fuera exitoso. También señaló el Señor que “el que tiene mis mandamientos, y los guarda, éste es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él… El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:21, 23). Jesús se proclama como el enviado del cielo con un propósito especial, del que todos agradecemos, pero le dice al Padre sobre los discípulos que serían enviados de igual manera. “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18), esto asigna una inmensa responsabilidad a los discípulos de Cristo, por haber sido enviados a cumplir una misión especial. “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (v. 22). Finalmente este es el gran secreto de la victoria de la iglesia, éste es el secreto para crecer y alcanzar los objetivos divinos. En este aspecto permítame señalar que los personalismos humanos tienen que sucumbir ante el personalismo de nuestro Señor y de la iglesia, que es lo importante.

Una vez que Jesús resucitó, estuvo con sus discípulos y otros más por cuarenta días. Este es un asunto demasiado trascendental si esperamos ver otra vez a Jesús regresar. No se olvide que con el conjunto de hermanos que participamos en ella deseamos ir al cielo. Jesús les señaló que debían estar juntos y esperar el cumplimiento de la promesa (Hechos 1:4). Los discípulos fueron obedientes. Es sorprendente esto, porque aprendieron a serlo. No se niegue, por lo tanto a crecer en obediencia y sumisión en cuanto a su vida de iglesia. El relato señala que “cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2: 1,2).

¿Se dio cuenta cuando se produjo el milagro? Estaban todos unánimes, juntos. Esta unidad de propósito es la misma que les había señalado Jesús. Una unidad que necesitamos con urgencia. Nada puede hacer la congregación si la presencia de Dios no está en medio dirigiendo. Para que esto se produzca es necesario optar por considerar como necesario e inmediato realizar reformas pertinentes en una búsqueda de unidad de propósito.

Las iglesias que realmente crecen son aquellas que trabajan en armonía y propósito. Este es el secreto a descubrir; encontrar la unidad de propósito. Entonces, deberían quedar a un lado las diferencias y los personalismos que tan a menudo vemos en el mundo social y político. Todo esto tiene que estar fuera para aportar y dirigir la iglesia a un solo objetivo: prepararnos para el encuentro con Jesús.

Finalmente ¿son las relaciones humanas importantes? Por supuesto que sí, entonces, ¿está dispuesto a un ‘abandono’ de sí mismo para ir en pos de un objetivo en común? Es difícil, y lo es por nuestra naturaleza pecaminosa que es egoísta, pero, en la medida que dejemos a un lado nuestra propia conveniencia, la iglesia –que es lo que importa- se verá beneficiada y con ello todos, porque seremos cristianos felices y satisfechos, cumpliendo no solo con el mandato sino que con el deseo de Cristo.

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