domingo, 16 de mayo de 2010

Una atmosfera ideal

Por Aarón Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile
http://aaronmenares.blogspot.com/

La delicadeza divina propició en la creación elementos necesarios y básicos para la vida. Uno de ellos es la atmósfera. Es interesante reflexionar que la atmósfera tiene componentes que la hacen única. Si bien es cierto que todos los planetas la tienen, nuestra atmósfera es ideal para que podamos vivir y que nuestras vidas puedan desarrollarse normalmente. Esto es un gran motivo de agradecimiento a nuestro gran Dios, el problema es que aproximadamente los últimos 200 años desde que el hombre utiliza el combustible para trasladarse, ha conseguido dos cosas, en primer lugar un gran desarrollo económico, tecnológico y social, pero, también ha traído consecuencias realmente nefastas para la humanidad. Esta última acción tiene al planeta condenado a un futuro incierto debido al fenómeno del calentamiento global. El hombre depende del petróleo, pero sabe que su uso limita las proyecciones de la vida en condiciones normales. Por supuesto que esto no es el ideal divino al momento de la creación, claro, todo se estropeó con el pecado. En realidad el pecado es el causante de todo este estrago, debido a la mala administración del hombre con respecto al planeta y sus recursos.

Aire puro y fresco para vivir
Aunque los estragos están a la vista en cuanto a cambio climático, todavía podemos disfrutar de aire puro. Es una buena práctica respirar aire puro, permite que nuestro organismo pueda funcionar adecuadamente y nuestro cerebro se beneficie con una buena oxigenación. El aire tiene que ver con la respiración y la respiración es esencial para vivir y permanecer vivos. Por supuesto, el aire es uno de los dos elementos para la vida, el hecho de respirar permite que estemos vivos. Dios creó al hombre, lo formó y soplo aliento de vida, entonces llegó a ser un ser vivo, una persona. Esta persona hecha con capacidad de tener juicio, razón y la posibilidad de relacionarse inteligentemente y no solo instintiva.

Es evidente que dependemos de ese soplo de vida. No podríamos ser personas e individuos si el aire y la capacidad divina de hacer que este nos mantenga consientes y con vida no existiera.

Aliento del alma
No puedo dejar de relacionar este pensamiento con la vida espiritual. Nuestra vida espiritual depende de dos cosas también, nosotros estamos en ese juego porque somos quienes aceptamos relacionarnos o no con Él. Sin embargo hay que reconocer que Dios tiene mucho que ver con nuestra respuesta. Acá el Espíritu Santo es fundamental, porque es Él quien hace las invitaciones y enternece nuestras mentes. Somos nosotros y Él, y sin Él nuestra vida espiritual no tiene sentido.

Bien dice Elena de White sobre la oración como el “aliento del alma” (Obreros evangélicos, 268), eso es muy elocuente al momento de pensar en una atmosfera de alabanza ideal de un cristiano. Si estamos pensando en un ambiente espiritual necesario, la oración está allí, es un potente elemento de contacto y comunicación con Dios. Así como respiramos y vivimos y asumimos que sin ese ejercicio no podríamos mantenernos vivos. De la misma manera es que la comunicación con el cielo debe ser ese aliento del alma y sustento de nuestras vidas espirituales.

Entonces los cristianos dependemos absolutamente de Dios el Padre quien nos sustenta, de Dios el Hijo por quien somos perdonados y Dios el Espíritu Santo quien enternece nuestros corazones y sustenta nuestras vidas espirituales. Ningún cristiano puede ser pleno sin vivir de ese “aliento del alma” dependemos y nos movemos en función de lo que Dios hace en nosotros, por supuesto todo esto es así porque lo decidimos y aceptamos.

Mal aire
Nuestra analogía de una atmósfera terrestre ideal para la vida y una atmósfera cristiana ideal para la vida del cristiano cobra mucho sentido. Hablemos sobre el aire malo que respiramos en las grandes ciudades. Santiago de Chile, por ejemplo, durante los meses de invierno la contaminación ambiental es de tal nivel que las industrias deben parar su actividad, los colegios y las personas no pueden tener actividades físicas y la restricción vehicular se aumenta. Santiago es una más de las ciudades contaminadas en el mundo. Las posibilidades de enfermedades respiratorias son altas, los consultorios infantiles y geriátricos se convulsionan por la alta demanda. Eso no es vida, pero la vida está allí en las grandes ciudades.

También debo relacionar con una cita de Elena de White, ella dice que “Satanás está obrando en la atmósfera; la está envenenando… Dios no ha impedido que los poderes de las tinieblas hagan su obra mortífera de viciar el aire, una de las fuentes de vida y alimento, con elementos mortíferos” (Eventos de los últimos días, 27). Si pensamos que cuando esta cita fue escrita la polución que la humanidad emitía no representaba ningún tipo de riesgo para la vida es esencialmente una cita escatológica y nos pone en el umbral del fin del tiempo. Eso es una buena noticia, porque es la esperanza que la atmosfera mejorará, no sólo la atmosfera espiritual, porque eso es una realidad aquí y ahora, sino que la promesa es una nueva atmósfera idéntica a la que disfrutaron Adán y Eva antes del pecado.

Las promesas de cielo y tierra nueva no son exclusivas del Nuevo Testamento, el Antiguo Testamento nos entrega esta misma promesa: cielo y tierra nueva, exclusivo para los hijos de Dios (Isaías 65:17; 66:22; 1Pedro 3:13)), quienes esperan y anhelan el cumplimiento de tales promesas. Juan señala que vio un cielo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1). Una nueva atmósfera, donde no hay más llanto ni dolor y por supuesto ni la muerte y el pecado estarán presentes (v.4).

Nueva atmosfera
La gran esperanza de los cristianos es la segunda venida de Cristo, un evento que creemos pronto será una realidad. En estos días he visto dos películas que describen la problemática del hombre y la esperanza vista con los ojos del humanismo. La esperada 2012, no solo llama la atención por los elementos que están en la retina de todos, sobre los efectos del calentamiento global. Las soluciones a la ‘mano’ del hombre y relacionado a su potencialidad son evidentes, esa es la estrategia humana para preservar la humanidad como especie, de acuerdo al film. La otra película es Avatar, una futurista visión de la intromisión del hombre irrumpiendo contra la naturaleza. Un tanto realidad virtual y esperanza futurista de un nuevo mundo y una nueva civilización.

Pero los cristianos tenemos una mejor y más segura esperanza y cuya esperanza no radica en lo que potencialmente el hombre pueda hacer, porque sabemos que no tiene las herramientas necesarias para obtener una solución. La cierto es que Jesús un día regresará y todas las promesas en torno a ello se cumplirán. La contaminación atmosférica o el calentamiento global no solo son una desgracia humana, sino que una señal que muy pronto regresará Jesús y nos llevará a una mejor atmosfera en todo sentido.

Al finalizar quisiera destacar dos momentos que están muy relacionados y que pueden ser de mucha importancia para nosotros hoy. Después de resucitar y en una reunión con sus discípulos, Jesús “sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22), al igual que en Edén cuando sopló aliento de Vida y llegaron a ser una persona, ahora lo hace para que sus discípulos vivan a plenitud la vida espiritual. Jesús entregó el Espíritu Santo para que tengamos una vida espiritual plena. El libro de Hechos describe el momento de la manifestación del Espíritu Santo en unas 120 personas incluidos los doce discípulos. “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos y de repente vino del cielo un estruendo cómo de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados… Y fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2: 1, 4).

La atmósfera espiritual depende de dos elementos uno es limitado y el otro es Todopoderoso. La grata noticia es que lo limitado se conecta con lo Todopoderoso y de esa manera se puede disfrutar de una gran y grata atmósfera celestial, que definitivamente hará un estruendo y un cambio en la vida de quien lo acepta.

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