Por Aarón Menares Pavez©
Profesor de Teología Universidad Adventista de Chile
http://aaronmenares.blogspot.com/
Abraham tenía noventa y nueve años cuando el Señor se identificó como el Todopoderoso y le dijo, “anda delante de mí y se perfecto” (Génesis 17:1). Una tarea difícil para el anciano, sin embargo estaba la garantía del Todopoderoso. ‘Anda delante de mí’, es una declaración demasiado sencilla para confundirse, es lo que los padres les decimos a nuestros hijitos cuando son pequeños. La integridad es eso, es autonomía, confiabilidad, credibilidad. La integridad está ligada a una serie de hábitos y buenas virtudes que en este caso están relacionadas con los valores que la Biblia nos presenta a seguir. El caso de Abraham es especial, no solo porque es denominado como el padre de la fe, sino porque ya se había equivocado, había utilizado la mentira y tomado decisiones negativas, como cuando mintió por causa de la belleza de su mujer (Génesis 13:13), o cuando aceptó la propuesta de ella y tomar a su criada por mujer con quien concibió a Ismael (Génesis 16:2), ambas experiencias trajeron consecuencias, la primera Jehová envió plagas y herida a Faraón a causa de la mentira (13: 17) y en el segundo caso, las consecuencias son medibles hasta nuestros días.
El Todopoderoso que acostumbraba hablar con él, le dice: Abraham, hasta aquí te has equivocado, pero, yo te pido que vallas delante de mí y seas perfecto, que seas íntegro, porque estás en mis planes y deseo hacer de ti grandes cosas que ni siquiera imaginas.
Valiente
La integridad nos habla de valentía. Es decir quién es íntegro, es valiente. Por supuesto, Abraham debe haber usado toda su fuerza de voluntad para conseguir todo lo que alcanzó. No debe haber sido fácil salir de la comodidad de su hogar para ir a un lugar desconocido, solo porque una voz celestial se lo estaba pidiendo. Tampoco pudo haber enfrentado la difícil prueba que todos celebramos hoy, cuando ofreció en obediencia a su hijo Isaac para el sacrificio (Génesis 22), si no hubiera sido valiente en la mano del Todopoderoso. Salomón dice que el que es impío arranca cobardemente, pero el “justo está confiado como un león” (Proverbios 28:1). Mucho de esta valentía podemos observar en Daniel y sus amigos. No debe haber sido fácil enfrentar el poderío de Nabucodonosor, cuando desecharon el ‘privilegio’ de la comida del rey, a riesgo de sus vidas incluso (Daniel 1:8). Vale destacar el hecho que tanto los amigos de Daniel y él mismo se enfrentaron valientemente por su fe. Los amigos de Daniel fueron al horno de fuego por no reverenciar la imagen que representaba al rey. Ellos se mantuvieron valientemente tomados de la mano del Todopoderoso (Daniel 3:18). En tanto Daniel soportó la envidiosa furia de sus oponentes bajo un edicto de muerte (Daniel 6:11), pero eso no evitó que ellos hicieran la voluntad de Dios, no impidió su integridad. Ambas historias concluyen con un final feliz. Feliz por dos razones, en primer lugar porque los individuos que fueron íntegros, lo hicieron porque dependieron del Todopoderoso. En segundo lugar porque Dios no sólo los cuidó y protegió tanto del fuego como de los leones, sino porque se impuso y destruyó a sus enemigos, en el caso de los jóvenes en el horno de fuego. “El que camina en integridad anda confiado; más el que pervierte sus caminos será quebrantado” (Proverbios 10:9).
Un caso que es bueno siempre recordar es el de José. Otro muchacho que determinó, a pesar que sus circunstancias eran total y absolutamente contrarias, servir fielmente a Dios y ser íntegro. Cualquier muchacho estaría muy frustrado al vivir la injusta vida de José. Nadie garantizaba que las cosas serían distintas, a menos de un plan maestro en la mente de Dios. Pero, ¿quién conocía ese plan? José sólo debía confiar y entender que a pesar de todo el Todopoderoso estaría con él. La historia más que conocida de José en casa de Potifar es con la mujer de este último. En algunas reuniones con jóvenes les he hablado sobre este acontecimiento en relación a la integridad. Pocas veces nos imaginamos a la mujer de Potifar. José debe haber sido un muchacho de unos dieciocho años; cuando las hormonas revolucionan a todo joven de esa edad. Estaba sólo en casa de su amo y la mujer de quien la Biblia no da nombre comienza a seducirlo constantemente (Génesis 39:10-12). El juego de la seducción es una artimaña más que utilizada en nuestros días, y son muchos los jóvenes y señoritas que caen en sus redes, por supuesto que en este respecto podemos incluir la pornografía a destajo en internet. Recuerdo que en uno de esos encuentros juveniles les señalé que la mujer de Potifar sería algo así físicamente como Megan Fox, a lo que un muchacho en forma natural señaló: ¡Qué tonto fue José! ¡Claro!, esta es una reacción normal, efectivamente José según los parámetros de la juventud fue un tonto por no acostarse con esa mujer, sin embargo los parámetros de él eran distintos a los de cualquier joven que no tenga valores y principios. Su integridad le hacía mirar más allá de la ‘oferta’ momentánea que estaba recibiendo. Podemos señalar con mucho sentido que José fue valiente.
David
El joven David, aunque durante su vida vivió muchos fracasos espirituales, es considerado por la Biblia como íntegro. Por esta virtud es que Dios lo escogió para cumplir una misión importantísima en Israel, ser rey. “Eligió a David su siervo, y lo tomó de las majadas de las ovejas; de tras las paridas lo trajo, para que apacentase a Jacob su pueblo, y a Israel su heredad. Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón, los pastoreó con la pericia de sus manos”. (Salmos 78: 70-72). Cuando David fue ungido como el nuevo rey de Israel, fue seleccionado no por hombre sino que directamente por Dios. Desde el punto de vista de Isaí –su padre- y posiblemente de Samuel –el profeta-, David no era el indicado, porque su apariencia no era la de un fuerte líder y guerrero. El pastor, enfrentó la indiferencia humana, pero recibió el reconocimiento divino, porque Dios no mira la apariencia sino el corazón (1Samuel 16:7).
Por esta razón es que decidió ir y pelear con Goliat que estaba atormentando a los escuadrones de Israel y a Jehová directamente. Elena de White dice que la noche anterior, David recibió la orden por medio de un ángel de enfrentar al gigante y que Dios estaría con él (Patriarcas y Profetas, 698). Por supuesto que esta acción lo hizo valiente, el Todopoderoso estaba con él y le daría el triunfo.
Confiables
Las personas íntegras son confiables, son dignas de confianza y dan seguridad. Por supuesto que la seguridad debe estar puesta en las manos de Dios, sin embargo no se olvide que Dios utiliza a las personas. Nuestra iglesia necesita de hombres y mujeres que sean íntegros, porque así se cumplirán los objetivos divinos, sobre todo en el fin de los tiempos, cuando la integridad hará la diferencia en cuando a la verdadera adoración. “La integridad no sólo nos hace más confiables, sino también provoca que a los demás les sea más fácil confiar en nosotros” (Erwin R. McManus, Despertar: Una revolución del alma, 77). ¿Se imagina cómo sería este mundo si todos fuéramos íntegros? Verdaderamente sería una revolución.
¿Fortalece nuestra vida física el ser íntegros?
Me parece una muy buena pregunta. Si consideramos que la mayor parte de las enfermedades es a causa de malas determinaciones, los accidentes en su mayoría son producto de la irresponsabilidad humana, los mayores desastres ecológicos son producidos por malas determinaciones, por supuesto que podemos concluir que sí, la vida física se afecta positivamente si somos íntegros. Y si la vida física se ve afectada, la vida espiritual también se verá afectada debilitándose.
Tanto en lo físico como en las determinaciones de la pureza moral identificamos elementos a tomar en cuenta cuando hablamos de la integridad. El íntegro es valiente, es osado como Daniel y sus amigos para desechar el alimento del rey, pero que hace mal. Es valiente como José que es capaz de desechar la ‘gran’ oferta sexual. El apóstol Pablo dice: “Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…” (Efesios 3: 16,17). El Todopoderoso que le dijo a Abraham que valla delante de Él y sea perfecto, le dice a cada uno de sus hijos que hagan lo mismo. Si estuvo con Abraham, con Daniel y sus amigos, con José, con David. ¿Por qué no va a estar con nosotros? Ante esto es bueno reflexionar sobre lo que será la tremenda batalla espiritual en el fin de los tiempos, cuando la división entre la verdadera adoración y la equivocada, sólo la identificarán aquellos que hoy aprendan a confiar en el Todopoderoso.
Aunque se desplomen los cielos
No puedo dejar pasar esa tremenda cita de Elena de White: “La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos” (La Educación, 57). En más de alguna ocasión me he preguntado ¿qué sería si se desploman los cielos? Los cielos se pueden desplomar ante nuestros ojos fácilmente. Posiblemente la pérdida de un trabajo por guardar el sábado, la pérdida de amigos porque nuestro comportamiento no es ‘normal’ y más parecemos extraños en un mundo que camina hacia atrás. La desilusión, la pérdida de confianza y tantas cosas pueden representar que los cielos se desplomen. La historia está llena de hombres y mujeres que incluso dieron su vida por una convicción; llenos de integridad.
Un día los cielos se desplomarán, ese día tendremos que dar cuenta de nuestra fe, de nuestra integridad. Si hoy no somos capaces de ser íntegros, con mucha dificultad en aquel entonces podremos permanecer firmes. En todo caso, no debemos olvidar que el Todopoderoso camina a nuestro lado, fortaleciendo y capacitando a quienes determinen que su vida será integra.
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