martes, 5 de junio de 2012

Salvando a los perdidos


Salvando a los perdidos
Por Aarón A. Menares Pavez©

En más de una ocasión me he hecho la pregunta sobre el por qué debo trabajar en la iglesia, recuerdo hace años, un presidente de campo condicionó mi continuidad en mis estudios de Maestría si mi blanco de bautismo no era el que él esperaba.  Esta situación me afligió mucho, porque yo deseaba continuar estudiando.  En ese contexto sucedieron dos cosas en el distrito.  La primera fue un magro resultado –desde un punto de vista humano- de una campaña de evangelismo.  Hicimos todo un esfuerzo, había unas 20 personas en condiciones de ser bautizadas, sin embargo sólo se bautizó uno.  En mi interior tenía cierta angustia; porque no era ese el resultado por el que me había esforzado y aún más estaba todo el asunto de mis estudios. 

Ese día antes de bautizar al único hermano, conversamos.  Él me decía que Satanás no lo dejaba vivir y que lo atormentaba durante las noches, no podía dormir.  Yo quedé impresionado por lo que me contaba, por lo que decidí orar en mi mente para que sólo la voluntad de Jesús fuere hecha.  En resumen ese hombre fue bautizado y aprendió a descansar en Jesús. 

El otro caso y que sucedió en el mismo contexto fue una hermana que deseaba ser bautizada, yo años atrás había atendido a su madre antes de morir, por lo que había un nexo especial.  Un día ella me dice: “pastor, le tengo una buena noticia, me voy a bautizar”, yo me alegré y mi mente estaba en la UAP, donde pasaría el verano estudiando, pero mi sorpresa fue que ella deseaba bautizarse el día de su bautismo que justamente era el primer sábado del siguiente año.  En ese instante yo recapacité y pensé, ¿para qué deseo que esta hermana se bautice?  ¿Es para su salvación o para que yo pueda continuar estudiando?  Entonces clame al Señor y le pedí perdón por mi pecado de utilizar a otros para un beneficio personal.  A partir de allí el Señor me ha dado el privilegio de disfrutar de muchas almas bautizadas, sin la presión innecesaria y que tengo la seguridad ofende a Dios.  Todas las personas que no fueron bautizadas en esa ocasión poco a poco sí lo fueron, incluyendo esta última hermana que celebró su bautismo el día de su cumpleaños.  Ese verano no fui a estudiar, sin embargo pude terminar mi Maestría y gracias a Dios ahora estoy por concluir mi Doctorado.

¿Por qué evangelizar?
Entonces pregunto, ¿para qué evangelizamos?  ¿Para qué hacemos tanto esfuerzo?  La respuesta es simple, porque Dios nos lo ha comisionado.  No existe otra razón más importante que esta.  ¿Acaso este mundo no se acabará y junto con ello los impíos?  ¿No es entonces importante nuestra misión de rescatar a la mayor cantidad de personas de la muerte eterna?

Ética divina
La Biblia nos presenta la ética que Dios espera para quienes participamos en su iglesia y compartimos su misión.  “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ente tu Dios” (Miqueas 6:8).  “Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1:17). 

No podemos negar que la misión de Dios es la salvación de los pecadores; Dios ama a los condenados a muerte y tiende su mano para traspasar de muerte a vida, de oscuridad a su luz admirable (1Pedro 2:9). En esta estrategia misional estamos nosotros; quienes le hemos ya aceptado como Salvador y Señor.

Dios espera que procedamos con justicia y misericordia y la misericordia incluso se relaciona a una acción de tipo social.  En realidad somos responsables por quienes no conocen a Jesús; somos responsables también por nuestros hermanos, aquellos que comparten nuestra fe y que son más débiles, enfermos y de gran precariedad.

Jesús también se refirió a este tema en varias ocasiones, su preocupación por las personas o por el prójimo le hizo ganar el odio y la mala opinión de la curia religiosa y de otros líderes de Jerusalén. 

La parábola del acreedor y los deudores es una clara alusión al tema (Lucas 7:41-43), poniendo el énfasis en el perdón y no en la cantidad que le fue perdonado o la parábola del buen samaritano (Lucas 10), donde se destaca la acción del samaritana en ayudar a un desconocido.  El caso de la mujer a punto de ser apedreada y sus acusadores es otro caso en el que Jesús manifiesta su misericordia, no solo por ella, también lo hizo con los oponentes; la mujer se fue perdonada y los acusadores sin ser expuestos sus pecados a viva voz (Juan 8: 7-11).. 

Así es el Señor, y ese es su ejemplo para nosotros en estos días de tanta indiferencia entre las personas.  En la actualidad las personas viven solas, angustiadas, desesperadas; la depresión, la angustia  la sensación de frustración y fracaso son característicos de las personas con quienes nos relacionamos y a quienes esperamos entregar el mensaje de salvación.

Entonces nuestra verdadera motivación para predicar debe ser la salvación de las personas.  Esto tiene que hacer de cada uno de nosotros un agente de salvación.  Somos responsables de la salvación de quienes nos rodean, somos responsables de la salvación de nuestra familia y también de quienes participan de la familia de Dios.

El amor se comparte
Si hemos sido comprados con la sangre de Jesús y experimentado el perdón y el amor de Dios; esa experiencia de conversión debe motivarnos para actuar a favor de otros.  El amor de Jesús no tiene comparación, porque puso su vida por otros (Juan 15:13), ese mismo amor debe hacer que nuestra experiencia sea transformada y seamos reflectores de ese amor por otros.  Piense en lo siguiente, este mundo se terminará y  morirán aquellos que no aceptaron el mensaje de salvación.  Eso nos hace responsables por la vida de otros, tal cual como se le advirtiera al profeta Ezequiel sobre su responsabilidad por otros (Ezequiel 3:17, 21).

Por ello nuestras iglesias deben rebosar de amor y no de discordia, de justicia y no de divisiones y acusaciones.  Debemos buscar la unidad en Cristo porque así se transforma en el más poderoso argumento de predicación. 

Habrá que orar, pedir perdón y buscar al agraviado, sustentar al que lo necesita y créame lo que más necesitan los hombres y mujeres en estos días es amor, comprensión y un sentido de vida.  Ese sentido de vida, sólo se puede encontrar en el maravilloso mensaje de salvación en Cristo Jesús, que entrega esperanza y sentido de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario