Salvando a los perdidos
Por Aarón A. Menares Pavez©
En más de una ocasión me he hecho
la pregunta sobre el por qué debo trabajar en la iglesia, recuerdo hace años, un
presidente de campo condicionó mi continuidad en mis estudios de Maestría si mi
blanco de bautismo no era el que él esperaba.
Esta situación me afligió mucho, porque yo deseaba continuar estudiando. En ese contexto sucedieron dos cosas en el
distrito. La primera fue un magro
resultado –desde un punto de vista humano- de una campaña de evangelismo. Hicimos todo un esfuerzo, había unas 20
personas en condiciones de ser bautizadas, sin embargo sólo se bautizó
uno. En mi interior tenía cierta
angustia; porque no era ese el resultado por el que me había esforzado y aún
más estaba todo el asunto de mis estudios.
Ese día antes de bautizar al
único hermano, conversamos. Él me decía
que Satanás no lo dejaba vivir y que lo atormentaba durante las noches, no
podía dormir. Yo quedé impresionado por
lo que me contaba, por lo que decidí orar en mi mente para que sólo la voluntad
de Jesús fuere hecha. En resumen ese
hombre fue bautizado y aprendió a descansar en Jesús.
El otro caso y que sucedió en el
mismo contexto fue una hermana que deseaba ser bautizada, yo años atrás había
atendido a su madre antes de morir, por lo que había un nexo especial. Un día ella me dice: “pastor, le tengo una
buena noticia, me voy a bautizar”, yo me alegré y mi mente estaba en la UAP,
donde pasaría el verano estudiando, pero mi sorpresa fue que ella deseaba
bautizarse el día de su bautismo que justamente era el primer sábado del
siguiente año. En ese instante yo
recapacité y pensé, ¿para qué deseo que esta hermana se bautice? ¿Es para su salvación o para que yo pueda
continuar estudiando? Entonces clame al
Señor y le pedí perdón por mi pecado de utilizar a otros para un beneficio
personal. A partir de allí el Señor me
ha dado el privilegio de disfrutar de muchas almas bautizadas, sin la presión
innecesaria y que tengo la seguridad ofende a Dios. Todas las personas que no fueron bautizadas
en esa ocasión poco a poco sí lo fueron, incluyendo esta última hermana que
celebró su bautismo el día de su cumpleaños.
Ese verano no fui a estudiar, sin embargo pude terminar mi Maestría y
gracias a Dios ahora estoy por concluir mi Doctorado.
¿Por qué evangelizar?
Entonces pregunto, ¿para qué
evangelizamos? ¿Para qué hacemos tanto
esfuerzo? La respuesta es simple, porque
Dios nos lo ha comisionado. No existe
otra razón más importante que esta.
¿Acaso este mundo no se acabará y junto con ello los impíos? ¿No es entonces importante nuestra misión de
rescatar a la mayor cantidad de personas de la muerte eterna?
Ética divina
La Biblia nos presenta la ética
que Dios espera para quienes participamos en su iglesia y compartimos su
misión. “Oh hombre, él te ha declarado
lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar
misericordia, y humillarte ente tu Dios” (Miqueas 6:8). “Aprended a hacer el bien; buscad el juicio,
restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías
1:17).
No podemos negar que la misión de
Dios es la salvación de los pecadores; Dios ama a los condenados a muerte y
tiende su mano para traspasar de muerte a vida, de oscuridad a su luz admirable
(1Pedro 2:9). En esta estrategia misional estamos nosotros; quienes le hemos ya
aceptado como Salvador y Señor.
Dios espera que procedamos con
justicia y misericordia y la misericordia incluso se relaciona a una acción de
tipo social. En realidad somos
responsables por quienes no conocen a Jesús; somos responsables también por
nuestros hermanos, aquellos que comparten nuestra fe y que son más débiles,
enfermos y de gran precariedad.
Jesús también se refirió a este
tema en varias ocasiones, su preocupación por las personas o por el prójimo le
hizo ganar el odio y la mala opinión de la curia religiosa y de otros líderes
de Jerusalén.
La parábola del acreedor y los
deudores es una clara alusión al tema (Lucas 7:41-43), poniendo el énfasis en
el perdón y no en la cantidad que le fue perdonado o la parábola del buen
samaritano (Lucas 10), donde se destaca la acción del samaritana en ayudar a un
desconocido. El caso de la mujer a punto
de ser apedreada y sus acusadores es otro caso en el que Jesús manifiesta su
misericordia, no solo por ella, también lo hizo con los oponentes; la mujer se
fue perdonada y los acusadores sin ser expuestos sus pecados a viva voz (Juan
8: 7-11)..
Así es el Señor, y ese es su
ejemplo para nosotros en estos días de tanta indiferencia entre las
personas. En la actualidad las personas
viven solas, angustiadas, desesperadas; la depresión, la angustia la sensación de frustración y fracaso son característicos
de las personas con quienes nos relacionamos y a quienes esperamos entregar el
mensaje de salvación.
Entonces nuestra verdadera
motivación para predicar debe ser la salvación de las personas. Esto tiene que hacer de cada uno de nosotros
un agente de salvación. Somos
responsables de la salvación de quienes nos rodean, somos responsables de la
salvación de nuestra familia y también de quienes participan de la familia de
Dios.
El amor se comparte
Si hemos sido comprados con la
sangre de Jesús y experimentado el perdón y el amor de Dios; esa experiencia de
conversión debe motivarnos para actuar a favor de otros. El amor de Jesús no tiene comparación, porque
puso su vida por otros (Juan 15:13), ese mismo amor debe hacer que nuestra
experiencia sea transformada y seamos reflectores de ese amor por otros. Piense en lo siguiente, este mundo se
terminará y morirán aquellos que no
aceptaron el mensaje de salvación. Eso
nos hace responsables por la vida de otros, tal cual como se le advirtiera al
profeta Ezequiel sobre su responsabilidad por otros (Ezequiel 3:17, 21).
Por ello nuestras iglesias deben
rebosar de amor y no de discordia, de justicia y no de divisiones y
acusaciones. Debemos buscar la unidad en
Cristo porque así se transforma en el más poderoso argumento de
predicación.
Habrá que orar, pedir perdón y
buscar al agraviado, sustentar al que lo necesita y créame lo que más necesitan
los hombres y mujeres en estos días es amor, comprensión y un sentido de vida. Ese sentido de vida, sólo se puede encontrar
en el maravilloso mensaje de salvación en Cristo Jesús, que entrega esperanza y
sentido de vida.
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